Capítulo 17

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XVII

A donde mirase, los pobres se agolpaban en las calles como perros hambrientos. No era la primera vez que visitaba la capital, aunque hacía casi cuarenta años que se había encerrado en los confines de la Roca, sirviendo las órdenes de su señor. No le sorprendió encontrarse con que los rumores que había escuchado en todo su trayecto desde las Tierras de Occidente hasta Desembarco del Rey eran ciertos; si bien apoyaba a su señor, sabía que había cosas que los reyes siempre pasaban por alto... o al menos un rey como aquel. Pero como maestre nunca le pedirían dar su opinión al respecto, menos en un lugar al que no pertenecía.

Podía sentir la pestilencia de un lugar como aquel; la muchedumbre se acumulaba como hormigas en cada callejuela que mirase, en cada rincón de Lechos de Pulgas, amenazando con llegar hasta las puertas de la Fortaleza Roja y burlar la seguridad de los capas doradas, aunque a juzgar por sus rostros, no había ánimos de una trifulca. No mientras él esté aquí reflexionó el anciano cuando subía los escalones que le guiaban a la inmensidad del castillo. De niño había conocido la fortaleza, una vez acompañando a su padre en labores netamente diplomáticas, pero se le había olvidado que los reyes dragón ya no se sentaban en el trono y que las decoraciones habían sido reemplazadas por ciervos y leones, aunque si les daba una segunda mirada el rojo carmesí parecía teñir todo.

Esperó paciente a que los guardias dieran la noticia de su llegada, admirando la ornamentación de los pasillos, deseando que ningún miembro de la casa fuese aparecer en aquellos momentos. Sabía que Tyrion estaría presente, pero ¿sería el enano capaz de reconocerle? Ya habían pasado bastantes años desde la última vez que lo había visto, aunque era solo un adolescente desdichado, víctima del amor no correspondido... Jaime aún estaba preso, sólo los dioses sabían dónde pero Cersei... Ella podría aparecer en cualquier momento y reconocerle, aunque como maestre podría inventar cualquier excusa. Además, no venía a hablar con la reina madre, sino con su señor padre.

La torre de la mano ascendía en espiral, y aunque el maestre nunca se había quejado del paso de los años, sintió que la cadena entorno a su cuello le pesaba y que se quedaría sin aire en cualquier instante, o al menos eso debía aparentar. De niño nunca había sido bueno para muchas cosas; su padre le había regañado por ser un revoltoso que no tenía disciplina para entrenar, ni menos para montar un caballo y proponerse ser escudero. A él nunca le habían interesado esas cosas, salvo tal vez cuando la desgracia había caído sobre todos los miembros de su casa. Por aquel entonces ya habían pasado casi diez años desde que su señor padre le había enviado a la Ciudadela para que se entrenara como maestre, para que las malas lenguas no dijesen que él era un bueno para nada y una deshonra para la familia, y aunque los primeros años le había costado acostumbrarse a la vida en ese lugar, sabía que era mucho mejor que estar en las Tierras de Occidente. No había extrañado su hogar ni a sus hermanos, hasta que las noticias llegaron a Antigua sobre el destino de su casa... Pero eso había sucedido en otra vida, muchísimos años atrás que el propio Niven apenas si podía recordar bien. La memoria solía no fallarle, pero como había fingido durante todos esos años, le costaba a veces distinguir entre la realidad y la mentira.

La puerta del despacho se abrió y los guardias se hicieron a un lado para que pudiese entrar. Adentro ardía una vela sobre el fino escritorio, mientras las luces se colaban por las ventanas, aunque el lugar era demasiado lúgubre para su gusto. Distinguió el emblema del león forjado en acero, además de unos cuantos recordatorios que de la familia Lannister permanecería en Desembarco por muchísimo tiempo más y contempló al hombre que estaba sentado detrás del escritorio, redactando y firmando pergaminos. A pesar de que Niven no le llevaba demasiados años a Lord Tywin Lannister, el maestre aparenta ser aún más viejo, llegando hasta casi encorvarse por los pesares del tiempo. Aún recordaba la primera vez que lo había visto, cuando le habían enviado desde la Ciudadela hasta Roca Casterly para reemplazar al entonces maestre que había estirado la pata... No había creído posible desempeñar tal labor, pero en tiempos como aquellos debía asegurarse de tener un papel importante, aun cuando fuese al lado de su enemigo...

A Lannister DebtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora