Capítulo 33

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XXX

Luego de la ceremonia en el sept de Baelor, todos los invitados se trasladaron hacia la Fortaleza Roja, donde se llevarían a cabo las celebraciones de la alianza de aquellas poderosas casas. El salón del trono hacía sido decorado para la ocasión, y el trono de Hierro estaba cubierto por largos gallardetes de seda color oro Baratheon, carmesí Lannister y verde Tyrell. El sonido de los aludes de las flautas se mezclaba con las risas y las charlas de todos los invitados que repletaban el banquete que ya había comenzado hacía algún rato. El rey Joffrey se ubicaba por delante del trono, sentado junto a su flamante mujer mientras comían y bebían a gusto, acompañado de los más cercanos de la familia del novio y de la novia. La nueva reina no dejaba de sonreír felinamente, mientras Joffrey engullía más bocadillos y brindaba a los Siete una vez más. Los novios parecían muy felices, pero Arthur no podía decir lo mismo del resto de los comensales. Tywin Lannister apenas si intercambiaba palabras con su hija, quien parecía ser la más contraria de todos. Para los Lannister aquella unión sellaría la alianza frente a Stannis Baratheon, y aunque los leones tuviesen suficientes minas de oro como para comprar ejércitos de ser necesario, eran los Tyrells quienes podían quienes alimentarían a los Siete Reinos, o al menos a sus aliados. Como era de esperar, había visitantes de todos los lugares que el joven caballero pudo imaginarse, aunque eran las poderosas casas las que poseían un lugar especial en medio de la organización de las mesas. No sólo había viejas rencillas entre Lanza del Sol y Casterlyrock, sino que también el príncipe Oberyn había tenido problemas con las rosas, luego de dejar tullido a uno de los hijos de Mace Tyrell, uno de los hermanos de la nueva reina. Afortunadamente, eso les había valido un lugar muy apartado, donde ni siquiera tenía que mirar a miembros de la casa Oakheart, legendarios rivales de la casa Dayne, aunque aquellas escaramuzas fuesen asuntos del pasado.

La llegada de los dornienses a Desembarco había sido una sorpresa para todos, no precisamente porque no hubiesen sido invitados a la ceremonia, sino porque el príncipe Doran Martell había enviado a su hermano en representación de la casa. El desagrado lo pudo ver Arthur el día en que por fin llegaron a la apestosa ciudad, cuando el menor de los Lannisters les esperaba junto a un comitiva y el león dorado hondeando al viento. Oberyn no era una persona a la que nadie pudiese manejar, y eso parecía disgustar a todos esos monigotes de Tywin Lannister. El enano, que a simple vista parecía ser sacado de un circo, al menos no era como el resto de su familia... ¿O acaso eso se lo había dicho Erin? Podía encontrar algo de simpatía en ese hombre, aunque tal vez sólo se tratase por su apariencia. Uno a uno se habían presentado los miembros de las casas, incluido Arthur pareció haber llamado el interés del enano, quizás el nombre le sonaba de algún lado, pero aquellos se remontaban una vez más a la guerra de la que nadie quería hacer mención

Desembarco del Rey solía ser el lugar pestilente que había conocido de niño, aunque parecía haber empeorado con el paso de los años y la batalla del Aguasnegras había mermado mucho. Aún podía sentirse el olor a humo, allí donde el fuego valyrio había prácticamente extinguido a toda la flota de Stannis Baratheon y se notaba que los pobres se habían multiplicado en las calles como ratas. ¡Qué ironía! Pensó el muchacho mientras mascaba unas uvas untadas en miel, uno de los tantos platos que desfilaron durante aquella velada. Lord Tremond Gargalen brindaba a gusto cada vez que las copas se alzaban, y parecía disfrutar de los bardos que iban y venían, deleitando a los recién casados con las proezas de los héroes de antaño, historia que adaptaban para ocasiones como aquella. Jysenna Blackmont no dejaba de sonreír a un señor proveniente del Valle mientras intercambiaba palabras con su tozudo hermano Perros, y la madre de ambos se contentaba probando el cerdo con nueces que les habían traído esta vez.

"La reina zorra ni siquiera sonríe" la voz de Aaron Qorgyle le sacó de sus pensamientos, mientras Arthur tomaba la copa para remojar los labios. Ese lugar le traía malos recuerdos, especialmente ese salón donde habían asesinado al último rey Targaryen. El joven caballero paseó la vista hacia al frente, y al encontrarse con los leones, y sus ojos se clavaron en la reina. Sin lugar a dudas, Cersei Lannister lucía hermosa, y en su juventud, debió haber sido la mujer más bella, pero no había nada en su rostro que le hiciese pensar a Arthur que ella seguía siendo la luz de Occidente. El heredero de Asperón estaba en lo cierto; Cersei sonreía, pero ¿en verdad estaba disfrutando de toda esa celebración? ¡Claro que no! Ya no sería reina, no tendría el mismo poder, ya no podría hacer lo que se le antojase. Pero aún así puede tocar a Erin.

A Lannister DebtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora