Capítulo 41

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Gerold avanzó con determinación, pero Arthur fue más rápido y pudo rodar por el suelo, hasta volver a ponerse en pie. No estaba cansado, pero podía sentir el sudor apoderándose de él. Había sólo una razón por la que los dornienses no llevaban armaduras, al menos no del tipo de las que se usaban en el resto de los Siete Reinos. Las armaduras hacían a los hombres más lentos, y con un calor como aquel, todo podía desfavorecerles en un combate. Arthur lo sabía y su hermano también, pero como habían seguido la tradición todos sus familiares, ellos si lucían armadura. ¡Maldita tradición! Pensó el chico mientras su hermano se preparaba una vez más para atacar. Las espadas volvieron a chocar. Sin duda alguna, todos los días que había pasado en prisión le habían pasado la cuenta, pero en cuanto sus manos se habían cerrado entorno al cuello de Marya, había sentido como toda la furia recorría su cuerpo, como toda esa rabia le hacía sentir más vivo que nunca. Y no podía decir lo contrario de todas las cosas que Gerold despotricaba en contra. Que le abucharan, que le gritaran que era un traidor no sólo le carcomía la cabeza, sino que le hacía dudar de sus movimientos, por lo que se había prometido a él mismo que no prestaría atención a lo que todas esas personas gritasen, sin importan cuan injustas e hirientes fuesen esas palabra. El mundo no era un lugar agradable, y nunca los dioses le habían sonreído, ¿por qué iban a hacerlo en esos momentos? Arthur se había mentalizado en sólo conseguir una cosa, y eso era la cabeza de su hermano mayor a como dé lugar. Que le llamaran traidor importaba tanto como si se ganaba un par de rasguños y moretones durante el combate, tanto como si le restregasen encima la muerte de la zorra de Marya... Simplemente no importaba. Lo único que sí valía la pena, era matarlo.

Cuando Gerold había desenfundado su espada, Arthur no había podido evitar clavar los ojos en ella. La había visto hacía demasiado tiempo, y si la leyenda era exacta, sólo un caballero digno podía ser capaz de cargarla. ¿En qué carajos pensaba su tía Allyria? ¿Estrellaoscura era digno de portar aquella espada ancestral? Eso sólo le había hecho enfurecer aún más, aunque había tenido que contener la sorpresa y enfocarla en los golpes que tendría dar para derrotarle. Siempre se había preguntado cómo sería cargar Albor en una batalla, aunque recordaba de pequeño las veces que había visto a su tío Arthur blandir la espada, aunque nunca en un combate verdadero. Ahora podía darse respuesta así mismo, y la condenada espada pesaba demasiado, aun cuando sólo se tratase de defenderse de los golpes que esta le propinaba.

"La espada del Amanecer" soltó Gerold cuando una gota de sudor corría por su rostro. No había más que burla en sus expresiones, pero Arthur siempre las había conocido por lo que podría sorprenderse "¿Qué diría nuestro padre?" Arthur no quiso responder, y en vez sonrió antes de correr hacia donde estaba su hermano, y golpear nuevamente con la espada. Esta vez fue estocada tras estocada, mientras el acero se enredaba contra el acero y las chispas comenzaban a salir. ¡Qué espectáculo debían estar dando! Volvieron a girar mientras no dejaban respiro entre cada encuentro, hasta que Arthur pudo sentir el roce del filo de Albor en el rostro. No pudo evitar volver a caer sobre el suelo, mientras Gerold le perseguía como un gatosombra, dispuesto a matarle en ese instante. Sostuvo la espada con fuerza cuando Albor fue a parar directamente a su rostro, pero sólo centímetros detuvieron que fuese un golpe mortal. Pudo oír a las personas gritando alrededor suyo, aunque pronto sus pensamientos enmudecieron. Estrellaoscura presionó con toda su fuerza, mientras Arthur gritaba en el suelo, intentando frenar la hoja que le rebanara una vez más el rostro, hasta que con una patada hizo desestabilizar a su hermano mayor. Tan rápido como pudo, volvió a ponerse en pie y tomó distancia. La mejilla le ardía como los mil demonios, y pudo sentir la sangre que brotaba, aunque ni siquiera fue capaz de limpiarse el rostro. Los ojos de Gerold ardían en furia, y estaba seguro que los suyos también.

A Lannister DebtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora