Capítulo 40

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No había rastro de las nubes en el cielo y el sol ya se había posicionado sin clemencia sobre el pueblo. No había nadie en las calles, porque la multitud había sido llamada a la fortaleza para presenciar aquel acto de justicia. Si bien el abdomen le dolía y podía sentir las vendas empapadas en sangre, Raaf había hecho el esfuerzo de ponerse en pie y asistir a aquel espectáculo. El maestre le había ordenado permanecer en cama, y aunque la mayoría del tiempo se la pasaba dormido gracias a la leche de amapola, Raaf sabía que debía ser leal a su señor sin importar qué. De haber tenido lengua habría gritado del dolor cuando bajaba las escaleras, pero no hizo más que fruncir el entrecejo, mientras descendía, con una mano alrededor de la herida que le habían hecho. Nadie se percató de su presencia, aun cundo hubiesen guardias custodiando cada una de las entradas, ni menos pareció sorprendido cuando éstos encontraron el cuerpo de una mujer en el salón principal. Ya había habido muchas muertes en Ermita Alta, se estaba volviendo algo rutinario.

Cuando salió por la puerta principal, pudo sentir como los rayos del sol le pegaban en los ojos, y aunque al principio fue algo molesto, la sensación pareció revitalizarle. Se quedó de pie sintiendo el calor, hasta que notó a donde se dirigía toda la multitud. Él nunca había sido fanático de los duelos, ya que le recordaban lo que había sucedido en Lys con la única mujer a la que había amado, pero también le recordaban a las viejas rencillas que había existido en los hermanos Dayne. Siempre había sido fiel a Allaric Dayne sin importar qué, aun cuando este hubiese ordenado cortarle la lengua por lo que había visto, y si bien había conocido a la legendaria Espada del Amanecer, y al señor de Campoestrella cuando aún no perdía la cordura, siempre su lealtad había estado más volcada al menos de los hermanos Dayne. Presenciar un espectáculo aquel no hacía más que revivir recuerdos del pasado, de esos que siempre había deseado borrar.

La gente del pueblo había poblado el patio de armas, en donde se amontonaban todos en un círculo que había sido determinado por los guardias, de donde se habían dispuesto lugares para la multitud, tan parecidos a las arenas de combate que alguna vez había visto cuando pequeño. Los Dayne de Ermita Alta carecían de un lugar más apropiado para llevar a cabo la sentencia, pero Raaf estaba seguro que Gerold se las había ingeniado para conseguir aquella construcción en tan poco tiempo. El hombre siempre había estado sediento por la muerte, pero tampoco iba a desperdiciar lo que podría trascender rápidamente en las mentes de esas personas. Los estandartes de la casa Dayne ondeaban al viento como si todos hubiesen sido llamados a la guerra, y pudo distinguir las torres azules de la casa Frey, frente al orgulloso león de los Lannister perdidos en medio de la marea de personas. Se abrió camino en medio de la gente, sin siquiera quitar la vista de la arena de combate, mientras las personas esperaban impacientes a que los campeones salieran. Raaf no sabía si el juicio había sido llevado cabo o si simplemente les habían ordenado pelear. De la forma que fuese, sabía que Ser Arthur no sería cobarde, o tal vez demasiado idiota como desestimar la oportunidad para poder matar a su hermano mayor, mientras que para Estrellaoscura esto no sería más que otra de sus ejecuciones. No, pensó Raaf mientras esquivaba a una anciana sin dentadura, que esperaba ansiosa la pelea. Esto es importante para ambos. Desde hacía bastante tiempo había notado la enemistad entre ambos hermanos, aunque no podía culpar al pequeño por la brutalidad del mayor; cualquiera que hubiese tenido a Gerold de hermano sabría que vivir bajo su sombre no era fácil, menos cuando se trataba de un ser cruel que gozaba ver sufrir a las personas. De todos los miembros de la casa Dayne que Raaf había conocido, ninguno le recordaba al que todos llamaban Estrellaoscura, aunque la locura podría rastrearse de vuelta a tío Allister, quien había tenido demasiado aires de gloria y había terminado antes de tiempo.

"Es un traidor" musitó un anciano cuando Raaf pasó a su lado. Le quedó mirando sin decir palabra alguna, mientras otro hombre vestido con harapos asentía con la cabeza "Deben juzgarlo por lo que ha hecho..." El lyseno se preguntaba si realmente las personas entendían lo que había sucedido, si es que se habían percatado cuál era el problema, pero sin duda alguna no eran ciegos. A la distancia podían ver hondeando los estandartes de regiones vecinas, dos de las cuales no eran precisamente bienvenidas en el sur. Mientras caminaba en medio del gentío, clavo sus ojos donde se encontraban los señores de las casas que habían determinado solucionar el conflicto. Lord Franklyn Fowler estaba sentado junto a la señora de Campoestrella, con el emblema del halcón encapuchado ondeando a su espalda, franqueado por varios guardias que no le dejaban a sol ni a sombra. A pesar de que el lugar elegido para llevar a cabo el juicio carecía de todas las comodidades que un anciano como él pudiese esperar, en su rostro no había más que una sonrisa, mientras esas arrugas amenizaban su expresión. Sorbía vino de una copa plateada, mientras parloteaba con Allyria Dayne, quien estaba absorta mirando un punto fijo en la arena de combate. A un lado de los señores de Dorne, se encontraba Ser Lyonel Frey junto a su camarada Ser Garth Greenfield, ambos mirando a la multitud, el primer expectante y el segundo con una sonrisa tiesa en el rostro. Pero Raaf tuvo que estirar el cuello en medio de las personas para poder verla, allí vistiendo los colores que llevaría por el resto de sus días.

A Lannister DebtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora