Capítulo 29

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XXIX

La fogata no era más que un puchero, pero servía para abrigarles del frío y de las rachas del viento, aunque todos ya estuviesen acostumbrados a esa clase de clima. Las tiendas no eran tan ostentosas a las que siempre se había acostumbrado a ver, pero sin duda alguna representaba a cada uno de los miembros de ese viaje. Los recién llegados, miembros de la Casa Wyl de Camino Pedregoso habían sido los últimos en unírseles al festín que se había acabado hacía solo un rato. Oberyn Martell había ordenado a que se detuvieran, aun cuando debían llegar casi al mediodía, pero el príncipe de Dorne confiaba en los caballos no les traicionarían, y siempre había momentos para la bebida y la juerga.

Lord Tremond Gargalen se había vaciado medio barril de vino especiado, y ni siquiera había mostrado signos de borrachera. Era del tipo de hazañas que Arthur siempre había visto en los festines, y estaba seguro que en cuanto llegaran a la capital, vería el mismo tipo de acontecimientos. El hijo mayor del señor de Costa Salada se había pasado la mayor parte de la noche contando la misma historia, que involucraba a un par de prostitutas y un supuesto maestre que era un lobo en piel de oveja, esa clase de historias que parecían amenizar un viaje al que nadie había querido asistir. Lady Lana Blackmont se había encargado de ridiculizar a su hijo Perros, en cada oportunidad que pudo hacerlo, siempre destacando las vagas cualidad que el muchacho tenía para cabalgar y cogerse a mujeres, mientras que la hermana mayor del pobre muchacho , Jynessa, había preferido la compañía de los hombres, apostando monedas y bebiendo vino a destajo. Ser Aaron Qorgyle se había mostrado muy a gusto con el viaje, aunque sus motivos no dejaran de parecerle absurdos; mientras los leños crepitaban bajo un cielo estrellado, el segundo hijo de Lord Quentyn Qorgyle había discutido los asuntos de la boda del bastardo real y la zorra del Dominio, como solía referirse cada vez que empinaba la copa con más vino. Arthur había preferido no hablar del tema, pero sabía que todos detestaban que Myrcella Baratheon merodease por los pasillos de Lanza del Sol, y que el príncipe Doran hubiese accedido mostrar lealtad, según a lo que ellos apuntaba como traidores y usurpadores.

Arthur había compartido el mismo sentimiento, pero hace bastante tiempo que referirse a los Lannisters ya no significaba lo mismo. Pero sabía muy bien que aquello no cambiaba el hecho de que Tywin Lannister fuese un asesino, ni minimizaba las ganas de erradicar a todos de los leones de la faz de los Siete Reinos. Si, sin duda era un chiste por el cual todos esos señores habían accedido ir hasta la capital, pero eran las órdenes de Doran Martell y como buenos vasallos, debían obedecerle. No le extrañó no ver a nadie de la casa Fowler, quienes siempre habían estado en contra de las decisiones que se tomaban en Lanza del Sol, y aunque los señores que habían accedido a ir se mostraban muy contentos con aquel festín, Arthur sabía que ninguno de ellos hubiese ido si Doran no se los hubiese pedido.

"La reina zorra" soltó Myria, la hija mayor de lord Trebor Jordayne. Era una muchacha de facciones duras, esculpidas por la costa, siendo un ejemplo perfecto de una dorniense de sal. Su piel color caramelo contrastaba con el cabello rubio, y esos ojos avellanas que siempre fruncían el ceño. No era una mujer fea, pero tampoco la más bella de todo Dorne "Cómo quisiera ver su cabeza en las llamas" había dicho contemplando el puchero, mientras la música provenía la tienda principal, allí donde los juglares y bardos habían comenzado a hacer de la suyas. Las risas también acompañaban al pequeño campamento que en poco también se disolvería, tan repentinamente como se había instalado.

"No hay persona en los Siete Reinos que odie más que a Tywin Lannister" apuntó Aaron Qorgyle, sin dejar de mirar el puchero con aquellos ojos azules. Todos que contemplaban la fogata asintieron con sus cabeza, incluido Raaf el Sonriente, quien no dejaba de oír la conversación de todos sin opinar. Arthur se acomodó el mechón plata detrás de la oreja, y siguió avivando las llamas con una rama seca. El sol ya comenzaba a aparecer detrás de las enormes montañas y las estrellas no parecían más que un recuerdo en el firmamento. "Me gustaría un juicio por combate con ese imbécil" había agregado el caballero, que debía ser sólo un par de años mayor que Arthur, aunque las cicatrices que surcaban su rostro le hacían parecer un más mayor " ¡Qué gusto me daría sacarle las entrañas!"

A Lannister DebtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora