Capítulo 12

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XII

Franklyn Fowler había sido alguna vez un hombre alto, grueso y de penetrantes ojos celestes, pero de aquel señor ya no quedaba más que un esqueleto sin vida. El cabello que en su juventud había sido castaño, había desaparecido, y las arrugas surcaban sus ojos, así como el dolor. Arthur le contempló en silencio, mucho más del tiempo que hubiese deseado;  Franklyn Fowler nunca había sido un hombre peligroso al que tuviesen de demostrar respeto. Ni su padre ni sus fallecidos tíos habían tenido nunca algún problema con aquella familia, aunque tampoco se habían mostrado muy interesados en sus asuntos, salvo si era de vital importancia. Alguna vez había visto al hijo de Fowler merodeando en Campoestrella, tal vez durante alguno de los días de nombre de su primo Edric, pero ni siquiera había intercambiado palabras con el pobre muchacho. ¿Qué había hecho enfurecer a Gerold como para matarle? Sólo los dioses lo sabían.

“Tus tíos siempre fueron respetado por mí” comenzó a decir el señor de Dominio del Cielo sentado en una enorme silla de madera. La insignia de la casa pendía de las paredes, pero no había mucho que hiciese recordar que aquel lugar era un castillo. La simpleza de la construcción le hacían parecer como un burdel, muy lejos de cómo lucía Campoestrella “Arthur y yo combatimos varias veces” comentó con el tono que usaban las personas al recordar momentos gratos, aunque Arthur dudaba mucho de que algo así hubiese sucedido. “Allister era más cercano…” hizo una pausa reclinándose en la incómoda silla, contemplando al muchacho con aquellos ojos vacuos “Allaric y yo nunca nos llevamos, teníamos nuestras diferencias pero lo que tu hermano Gerold hizo…”

Arthur tragó saliva, desviando su mirada a sus polvorientas botas. La cabalgata desde Desembarco del Rey hasta el Paso del Príncipe había durado casi una semana, con estratégicas paradas sólo para dormir y comer, con tal de que la cabeza de Gerold aún siguiese pegada a su cuerpo.  Aunque su padre le había advertido de la gravedad del asunto, estaba seguro que Fowler no sería capaz de cobrar el mismo precio por la vida de su hijo.  Levantó la vista para reconocer el halcón azul encapuchado en campo plata y luego miró los tristes ojos del señor de Dominio del Cielo. Es el Guardián del Paso del Príncipe, maldito imbécil pensó para sus adentros. Franklyn Fowler le miró por largos segundos, hasta que por fin habló.

“Franklyn era mi único hijo, el que me sucedería luego de mi muerte” su voz sonaba quebrada pero no menos cargada en furia “Nunca he tenido algún problema con la casa Dayne, siempre los he respetado…” sus ojos claros brillaban con la escasa luz que se filtraba por las  ventanas, haciendo juego con  los ropajes celestes “Pero lo que tu hermano Gerold ha hecho, ¡no tiene perdón de los dioses!”

“Siento mucho la muerte de su hijo” soltó Arthur, sin saber qué más decir. El saco con monedas descansaba sobre la mesa y Fowler ni siquiera se había limitado a mirarle. No quiere el dinero reflexionó el muchacho estudiando al anciano. “La vida de su  hijo no puede reponerse con monedas, pero…”

“Siempre he admirado a los Dayne” intervino el anciano, sin dejar de mirarle, de brazos cruzados mientras las sirvientas acarreaban bandejas con frutas y más vinos. Una copa había sido servida para Arthur, pero el chico ni siquiera la había tocado. “Desde pequeño escuché las historias sobre la Espada del Amanecer… tu tío Arthur fue el último en  portar la espada, ¿no?”

El muchacho sólo asintió con la cabeza. Él también había crecido escuchando aquellas historias, y aunque de pequeño había crecido pensando en que algún día sería suya, Albor seguía en el salón principal de Campoestrella, esperando a algún caballero digno que pudiese nuevamente portarla. 

“Pensé que tu padre se la dejaría para él” soltó el anciano mientras mascaba pan.

“No es lo que vine a discutir…”terció Arthur, con una sonrisa tiesa. Fowler era el señor más estúpido que había heredado Dominio del Cielo, aunque el padre de Arthur a menudo le hacía recordar al muchacho que debía demostrar un poco de respeto por aquel señor. Sin duda alguna, la pérdida de su único hijo y heredero le arrebataría la poca cordura a cualquier hombre, pero Franklyn Fowler lucía extrañamente tranquilo.

A Lannister DebtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora