Capítulo 20

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XX

Los cuervos graznaban enloquecidos en sus jaulas, aunque Niven se había acostumbrado con el paso de los años a ese ruido. Algunos pergaminos aún no leídos descansaban sobre la mesa, junto a las migajas con que alimentaba a esas aves y otros tantos libros comenzaban a empolvarse en un rincón de la habitación. Olía a hierbas, ungüento y sobre una pequeña olla hervían mezclas de hojas, frutos y uno que otro secreto que aquel maestre guardaba. El día estaba soleado, pero apenas los rayos del sol lograban filtrarse por la única ventana que le daba vista al mar del Ocaso, así como al patio de armas y a Lannisport.

No era una mañana muy diferente a las cientos que había vivido en ese lugar, pero en cuanto el sirviente tocó a su puerta, Niven supo que aquel día sería muy distinto del resto. Le siguió bajando por la escalera en caracol y cuando llegaron a la parte baja de la fortaleza, medio mundo se hallaba en las puertas del castillo, mirando con caras curiosas hacia la Boca del león, la enorme puerta que daba paso hacia la Roca. Allí, un grupo de jinetes se asomaba por las calles del puerto. El sirviente que acompañaba a Niven se perdió en medio del gentío, pero el maestre apenas pudo pestañear mirando en dirección a los recién llegados.

"¡Niven!" Una voz masculina se incorporó a sus espaldas. Algunos sirvientes voltearon a contemplar a su señor, pero el maestre se tomó algún tiempo, haciéndose el sordo. Después de todo era un viejo, y los sentidos debían comenzar a fallarle. "Maestre Niven" No pudo ignorarlo otra vez, por lo que al voltear se encontró con el rostro asombrado de Ser Kevan Lannister. Le acompañaban otros señores de alto rango, seguido de su señora esposa Dorna Swyft y de su estúpido sobrino Lyonel Frey, quien permanecía impaciente en el castillo con la desaparición de su futura esposa. Varios metros de donde se encontraban los miembros de la casa, Ser Garth Greenfield miraba con el ceño fruncido, como si el sol le picase muy fuerte en el rostro.

Catorce jinetes habían dejado la Roca, cuatro encomendados por el propio Lyonel Frey con la finalidad de traer a Lady Erin sana y salva, pero de ellos sólo habían vuelto siete, dos con los emblemas de la torres de color azul. Sobre una yegua venía el bastardo del castellano, con ambas manos amarradas y un aspecto bastante deplorable. Niven nunca había confiado mucho en el muchacho, pero ser Garth había insistido que el chico sabía pelear con la espada y como pocas personas le conocían en el castillo, no levantaría sospecha alguna. Ronard tenía un corte que le recorría la sien, dándole un aspecto mucho más fiero, pero montado en ese palafrén negro, nada daba indicios de que alguna vez había batallado contra los Greyjoy; tenía rostro sucio y salpicado en moretones, y sus manos iban atadas igual a las que el bastardo. Le seguían otros dos guardias de los leones para cerrar el grupo, pero no había señales ni de Betsy, Dyron o de Erin Lannister. Niven tragó saliva, en silencio en medio de la multitud, mientras Ser Kevan Lannister comenzaba a impacientarse, con el rostro confundido, mirando si alguno de los guardias traía a su hija mayor, pero la muchacha no estaba con ellos.

"¿Dónde está Erin?" inquirió inmediatamente el señor interino de la Roca, alzando el cuello como si fuese un avestruz, mirando por encima de los hombres. Se dirigió a quien era el capitán del grupo, un tipo de ojos claros, con ojos nerviosos. "¿Dónde está mi hija?"

"Mi señor..."la jinete seguía montado en su caballo mientras el hombre le fulminaba con su mirada. Fue la primera vez que Niven pudo notar algún parecido entre Kevan y Tywin, pero estaba seguro que el hermano menor no sería tan obstinado con aquellos hombres. O al menos eso esperaba. Erin llevaba desaparecida casi dos semanas, y ningún cuervo había llegado de regreso, ni de la chica o de Dorne. Nada. "Encontramos a lady Erin..."

"¿Dónde está Erin?" fue la voz de Dorna Swyft la que llamó su atención, haciéndole desviar la mirada. Luego de la desaparición de la chica, Dorna había pretendido jugar al papel de la madre desesperada, aunque Niven sabía muy bien que era lo único que podía hacer. Le había dicho a Ser Kevan que Dorna y Erin habían tenido una fuerte discusión la noche antes de que la muchacha escapase, pero al parecer Ser Kevan era reacio a entender aquellos pormenores. Simplemente no tenía idea alguna de lo que estaba sucediendo frente a sus narices, aunque todos intentasen creer que la muchacha no había sufrido más que un arranque de locura a raíz de su futuro matrimonio con su primo Frey.

A Lannister DebtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora