La importancia de decir no

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Antonio acarició la cabeza rubia de Cristina lentamente mientras ella miraba al horizonte con cara de desesperanza. Llevaba dos días así de triste y por fin Anto había logrado que hablara.

—Entonces me dijeron que no saldrían más conmigo porque yo era muy coqueta y ese no era su estilo.

—Estúpidas arpías—maldijo él con la cara deformada por la ira.

—Realmente no sé qué fue los que les hice.

—¡Tú no les hiciste nada!—exclamó molesto—Lo que sucede es que ellas son horribles por fuera y por dentro y tú les robas protagonismo.

—Pero yo no quería…

—¡No, no!—dijo casi perdiendo los estribos—No es tu culpa. Si realmente valieran la pena los chicos se fijarían en ellas, pero dado que son horribles personas nunca nadie las tomará en serio.

Cristina hizo otra mueca de tristeza y suspiró como si no quedara nada en que creer. Estaba casada de no poder hacer amigas ¿Por qué no aprendió a hacerlo de pequeña? Quizás si hubiese pasado más tiempo intentando agradarles a sus compañeras y menos tiempo subiendo árboles con Melchor, Tomás y Antonio, la adolescencia sería más fácil en esos momentos.

Era como si las chicas la rechazaran por el simple hecho de que ella era ella. No había nada que pudiese hacer, porque por mucho que lo deseara no dejaría de ser Cristina Marambio.

—Quizás no debería usar vestidos, ni peinar mi cabello.

—No, no y no. Nada de cambiar para que te acepten.

—Pero…

—A mí me gustas tal cual eres.

—¡Pero tú eres un chico! No soy competencia para ti—gimoteó estresada. Por eso era que quería una amiga con tantas ganas, Antonio simplemente no la entendía—Solo quiero una chica con la cual hablar de cosas de chicas.

—¿Y tus hermanas?

—No es lo mismo ¡Deja de tratar de consolarme Antonio! Se te da fatal—gruñó finalmente.

—Ahora estás siendo grosera—se quejó él.

—¡Lo sé, y lo siento! Es solo que… solo… me gustaría ser como las demás chicas Anto. Me gustaría pasar desapercibida. No quiero ser bonita, ni encantadora…

—Pero lo eres Titi—le interrumpió—, eres preciosa y muy especial, y no debes dejar que nadie te quite eso. Puede haber muchas chicas en el pueblo pero hay una sola Titi, la cual por fortuna es mi amiga, y puedo decir por experiencia propia que si no quieren ser tus amigas ellas se lo pierden.

Le sacó una pequeña sonrisa a la chica quien se dejó abrazar por él. Todo el asunto de ser una chica más la agobiaba, pero mientras tuviera a Antonio el futuro no se veía tan negro.

—Supe que una chica te invitó a salir—comentó Cristina después de un rato, solo para cambiar de tema.

—Sí, se llama Nicole.

—¿Y? ¿Te gusta?

—Algo, es bonita, va en mi clase—ella le propinó un codazo en el costillar y él se puso rojo.

—Eres todo un galán. Quien hubiese predicho que aquel chico alto y desgarbado se convertiría en todo un rompecorazones.

—Si lo dices así es más vergonzoso.

Rieron como niños por un buen rato, y después regresaron a sus quehaceres. Cristina no iba a rendirse, encontraría una amiga, aunque la vida se le fuera en ello.

Aprendices de SherlockDonde viven las historias. Descúbrelo ahora