—No, no, no. Nonono. No... no. Simplemente bésala. No hay necesidad de que la subas a un árbol—Gaspar sonó tajante, casi como si de la boca de Melchor estuviese saliendo la más terrible de las blasfemias—. Quieres conquistarla, no matarla.
—Pero, es que de esa forma no saldrá corriendo—pronunció Chie tratando de esconder su carita, roja como un tomate. Era lo suficientemente vergonzoso contarle sus intenciones a Gaspar como para que además este lo tratara como un tarado.
—¿Salir corriendo? Pff... caerá rendida a tus pies. Haz lo que te digo y tendrás su ropa interior en tus manos así de rápido—chasqueó los dedos ante la mirada confundida de Melchor.
—¿Para qué quiero su ropa interior?
Gaspar boqueó como un pez.
—Amm... Te lo explicaré cuando te salga pelo—explicó.
—Ya tengo pelo.
—Cuando te salga en partes en donde no tienes.
—¿La cara?
—Sí, la cara es un buen ejemplo, hay otras partes, pero la cara es un buen ejemplo—Gaspar se rascó la cabeza. Casi metía la pata a fondo.
—¿Tiene esto algo que ver con hacer bebés?—corrección, había metido la pata a fondo—Porque el otro día, cuando ibas a salir le pregunté a Felipe dónde ibas, y él me dijo ibas a hacer bebés, pero le dijiste a mamá que estarías en la casa de una amiga, entonces ¿Tiene algo que ver besar a Cristina con hacer bebés? Porque yo no quiero hacer bebés. Soy muy joven, además no tengo con que mantenerlo, y quiero primero ser el mejor cartografista del mundo... ¡Tengo muchos planes!
—Definitivamente eres el más inteligente de los dos...—sentenció pensativo Gaspar, y le desordenó el cabello al pequeño—El tema en cuestión es que hablo de la experiencia cuando digo que puedes besar a Cristina con toda tranquilidad. No saldrá ningún bebé de ahí a menos que llegues a segunda base.
—¿Por qué me hablas de baseball? ¿Tiene algo que ver?
—Sí, bueno, hay un bate, dos bolas... y a veces la casa corre.
—No entiendo nada. Hacer bebés es complicado—gruñó Melchor, tratando de ordenar tanta información inconexa en su cabeza.
—No lo es la verdad, y aunque no lo creas lo más importante de hacer bebés es no hacerlos. Pero no viene al caso, te lo explicaré cuando tengas quince.
—¿Quince?
—Bien, catorce, pero no bajaré de ahí. No queremos que René Marambio te mate por tomar el honor de su flor.
—¿Por qué hablas de Samuráis ahora?
—Bueno, hay una espada, sangre... y mucha acción.
—Gaspar, no me estás ayudando—el menor se cruzó de brazos y miró a su hermanos con ceño fruncido.
—Calmado insecto, siéntate en la cama y escucha el experto. Primero: deja de calcular hasta el último segundo, las cosas de este tipo solo se dan. Pasan...
—Pero...
—¡Sh! Callado, si vienes por ayuda cierra la boca— Melchor juntó los labios—. Segundo: Siente el momento, sabrás cuando besarla de solo mirarla, cuando tu cabeza diga ahora... ¡Es ahora!—el pequeño se sonrojó de nuevo—. Tercero: después que la beses, espera la magia. Vendrá sola, no es algo que tú fuerces, o pienses, o planifiques, simplemente viene y ordena todo de tal forma que después del beso sabrás exactamente qué hacer. Ya verás, en este minuto tienes pánico, pero cuando llegue la magia te olvidarás de esas cosas.
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Aprendices de Sherlock
Teen FictionHubo una época en que Melchor, Cristina, Tomás y Antonio fueron buenos amigos, que digo buenos, los mejores amigos, pero crecieron sin poder evitarlo y antes de que lo notaran ya no se conocían. ¿Es prudente juntar sus caminos nuevamente o todo ter...