El zorro y la flor

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—Yo soy como el zorro—sentenció Cristina mientras jugueteaba con uno de los mechones de su cabello.

Tanto Melchor como ella se encontraban recostados sobre la cama del chico y mientras Titi se trenzaba desordenadamente el pelo, él leía por millonésima vez El principito.

Chie detuvo la lectura y giró su cabeza hacia la izquierda para mirarle desconcertado. Cristina siempre prefería recostarse en el lado libre de la cama, él por su parte disfrutaba más del lado de la muralla.

El verano había caído con toda su fuerza y antes de las cuatro de la tarde era un suplicio salir. Tanto Antonio como Tomás se encontraban cada uno en su casa, contando los minutos antes de poder ir a juguetear a la laguna del parque, mientras que Cristina y Melchor se encontraban en la casa del chico matando el rato hasta que la temperatura menguara un poco.

—No, tú eres la flor—le corrigió. Se lo había repetido hasta el cansancio—. Mentirosa, vanidosa y orgullosa—le aclaró enumerando paralelamente con sus dedos.

Titi arrugó la frente y la nariz sin dejar de observar las puntas de su cabello. Una briza fresca entró por la ventana y le acarició los dedos de los pies.

—Soy el zorro. Lee la parte del zorro.

—¡No! Leeré la parte de la flor—adelantó un par de páginas hasta dar con el párrafo correcto—.«¡No supe comprender nada entonces!»—Leyó— «Debí juzgarla por sus actos y no por sus palabras. ¡Ella perfumaba e iluminaba mi vida! ¡No debí haber huido! ¡No supe reconocer la ternura detrás de sus pobres astucias! ¡Son tan contradictorias las flores! Y... yo era demasiado joven para saber amarla». Ves, eres la flor.

—La flor es una tonta que solo sabe herir al principito y que está más preocupada de ella misma que de quienes la quieren. No quiero ser la flor—le regaló una mirada de soslayo con algo de rencor contenido, y volvió a la tarea de trenzar su cabello.

Melchor cambió nuevamente la página, realmente no necesitaba leer los párrafos para recitarlos, pero considerando lo importante que era que Cristina entendiera que era la flor y no el zorro decidió buscar la hoja exacta para leerlo directamente y no cometer errores.

—«La flor tosió aunque no estaba resfriada y al fin dijo: 'He sido una tonta, perdóname y procura ser feliz'. Le desconcertó la ausencia de reproches y quedó con el biombo en la mano sin comprender esa tranquila mansedumbre. 'Sí, yo te quiero' le dijo la flor»—Melchor hizo una pausa y miró el perfil delicado de Cristina quien se mantenía concentrada en sus cabellos. Continuó con su lectura—«Sí no te has dado cuenta la culpa ha sido mía, pero eso ahora no tiene importancia. Y tú has sido tan tonto como yo. Procura ser feliz... Y deja el biombo. No lo necesito» ¡Ves! Ella ha aceptado sus errores y se ha guardado su orgullo, aun cuando la principal característica de la flor es ser orgullosa.

—Ha dejado que el principito se vaya, aún mantiene su orgullo—estiró su mano, dejando de lado sus cabellos rubios, y le arrebató el libro para leer un par de páginas más adelante—, además mira: « 'Y no prolongues más tu despedida. Has decidido irte, hazlo de una vez' La flor, que era orgullosa, no quería que él la viese llorar». ¿Te das cuenta? La flor no merecía que el principito la quisiera tanto, fue su culpa que él tuviese que marchar.

—¡Claro que no! El principito decidió marcharse, porque creyó que era la mejor respuesta, pero finalmente se da cuenta que no debió hacerlo.

—¡Aun así prefiero ser el zorro!—cambió de página hasta casi el final del libro, buscando superficialmente su parte favorita. Se detuvo y leyó—«Cuando llegó el día de la partida, el zorro dijo: '¡Voy a llorar!'» ¿Notas la diferencia? El zorro es auténtico, le confiesa de inmediato sus sentimientos—antes de que Melchor pudiese replicar, continuó su lectura—« 'Yo no quería causarte daño, pero tú quisiste que te domesticara...' 'Así es' dijo el zorro. 'Pero vas a llorar' dijo el principito. '¡Sí!' volvió a decir el zorro. 'Al final, no ganaste nada'. '¡Gané!' dijo el zorro 'He ganado a causa del color del trigo. Ahora es mucho más agradable'»—Cristina le miró seria—. Al zorro no le importa que el principito tenga que irse, porque sabe que lo más importante es aquello que han pasado juntos, eso nunca desaparecerá. El zorro no se arrepiente que lo domesticaran porque ha ganado algo invaluable gracias al principito. Que noble es el zorro, no como la insulsa flor.

Aprendices de SherlockDonde viven las historias. Descúbrelo ahora