Cleopatra
Cleopatra no había notado grandes cambios en Olimpia, de hecho solo es una niña pequeña de aspecto angelical, pero los notó hasta que la vio desnuda después de darle una ducha, el cambio no es precisamente en su rostro, sino, en una pequeña mancha negra en su espalda baja, es como si fuera un tatuaje que los dioses pusieron sobre ella, marcandola cómo algo sagrado que algún día volverá a ser de ellos.
Cleopatra acertó lentamente sus dedos y toco esa extraña marca.
— ¿Te duele Olimpia? — Le preguntó en voz baja — Esto no estaba aquí y es bastante extraño
Pero su hija, dejó que le pusiera la blusa y un gran abrigo para que no tenga frío, le cepillo el cabello y cuando estuvo lista, esa niña le sonrió angelicalmente
— No me duele mami — Le dijo mostrando sus dientes de leche en una sonrisa — A la gente que vivía en el pasado le dolían mucho más los golpes por los látigos —
¿Látigos? ¿Quien demonios le está enseñando esas palabras?
Cleopatra se mordió el labio ansiosa y miró a su hija con detalle.
— ¿Quien te dijo esas cosas? —
— Las momias mamá, ellas hablan mucho, a veces no me dejan dormir porque hablan mucho y con palabras que no entiendo, a veces me dan miedo mami, y otras quieren pararse a caminar, pero están envueltan en muchas vendas — Dijo su hija saltando de un lado a otro como cualquier niña — Ellas me dijeron que tú fuiste una gran reina —
Cleopatra tomó a su hija de los hombros y la movió lentamente.
— ¡¿Olimpia quien te dice eso?! Esas son cosas que no cualquier momia conoce ¡Dime, sino no puedo ayudarte! —
Su hija estuvo a punto de contestar, pero la puerta del cuarto se abrio y Cameron las interrumpió llegando como siempre con sus grandes regaños, esos que distraen la curiosa mente de Olimpia.
— Hey déjala Cleopatra, solo es una niña — Cameron tomó a Olimpia en brazos y la besó en la mejilla — ¿Ya estás lista para ir a la feria? —
— ¡Si papi! —
Cleopatra no estaba muy feliz de ir a una feria, por lo menos no ese día porque un extraño presentimiento estaba inundando su pecho, ese mismo malestar que tuvo cuando todo Egipto cayó en manos de los Romanos, es algo que sólo la experiencia da, y puede que Cameron sea un hombre, pero sigue siendo uno muy joven, ella tiene siglos de vida, el solo 30, por eso se deslumbra en consentir a Olimpia, sin tomar en consideración los riesgos.
Él se desvive en ella, de todos modos es su única hija, la tomó en brazos y recorrió toda la feria con ella feliz de cumplir todos sus caprichos, y no es que a ella le moleste eso, sino que esa extraña sensación en el pecho no la deja en paz, se siente observada, se siente extraña y eso no la hace sentir segura dentro de una feria, el problema fue cuando Cameron tuvo que soltar a Olimpia solo un segundo, lo hizo para contestar una llamada, sin embargo ni él, ni Cleopatra la vieron por ningún lado.
— ¡Olimpia! — Grito Cameron por todo el lugar horrorizado por buscar a su hija, lleva el celular en la mano mientras camina por todos lados — ¡Olimpia! —
Cleopatra no es de esas personas que pregunte, así que salió corriendo por todo toda la feria, pero las luces, el sonido y los fuegos artificiales la tiene confundida, está asustada y sabe que algo raro está pasando, intento buscar a su hija por todos lados, casi hasta el punto se volverse loca, pero cuando vio a Cameron corriendo detrás de un par de personas vestidas de negro, y que una de ellas es Amunet, supo que ellos lleva a su hija en brazos.
— Dejala — Grito con fuerza casi desgarrandose la garganta — ¡Deja a mi hija! —
Sin embargo, eso no la detuvo, sino el sonido de un disparo y el de Cameron al caer al suelo, claro que corrió hasta el tratando de detener el sangrado de su pecho, pero su corazón se desgarró al ver la cara de su hija pegada al vidrio de una camioneta llena de lágrimas.
— ¡Olimpia!
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Erase Una Vez Cleopatra. (Saga Faraones de Egipto Libro 1)
Romance¿Alguien sabe que hace Cleopatra en Londres? La ultima Faraona de Egipto, mujer de Julio Cesar y Marco Antonio. La única y verdadera reina de Egipto. Cleopatra no pensaba despertar en un nuevo mundo, creía que era un castigo de los dioses por no ga...