Parte 62

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Cleopatra

— ¿Qué es esto? En mis tiempos, por cierto, los vas mágicos de toda la historia, el hijo de una reina no usaba estas cosas  — Dijo frunciendo el rostro al retirar esa cosa blanca del trasero de la niña — Además, huele cómo a mil demonios, no, huele a esclavos judíos depues de cargar pesadas piedras para las pirámides. ¡Por los dioses de mis antepasados! ¿No hay una nodriza para la niña? —

Grace soltó una carcajada a su lado con los ojos llenos de burla al verla de está manera, así que al terminar de repartir un par se tazas de café, dejo la bandeja sobre la mesa y tomó asiento a su lado en esos desgastados sillones rojos que una vez fueron la cama de Cleopatra.

— No, me temo que no haya ninguna nodriza, ni esclavas, ni judías que hagan tu trabajo. Aquie en Londres y en el futuro  tienes que limpiarle el lindo trasero a tu bebé — Grace se inclinó sobre el sillon y acarició las suaves mejillas de la niña— Y Cleo, eso que tienes entre las manos y que miras con tanto asco, se llama pañal y sirve para qué los bebé hagan del baño ahí y para que ninguna nodriza lo limpie con sus manos —

— Pues es la cosa más horrible que he visto — contesto de inmediato mirando ese pequeño y extraño pañal blanco que tiene entre las manos — Vaya que la maternidad de esta época es una locura —

Cleopatra tomó un gran respiro, de esos que tomaba antes de una gran decisión que involucrará la paz de Egipto, siempre ha sido buena quitando gente del trono y seduciendo a los hombres, pero con la unión de sus parejas y ella, sus hijos, con ellos jamas ha sido buena, ya le hubiera gustado atender así a esos pequeños Egipto que murieron en el pasado, ellos si sufrieron de la ausencia de su madre, no porqué no los quisiera, pero la definición de amor en el pasado era distinta, se amaba, pero al mismo tiempo los tenía como rivales a su trono.

Pero los quiso, vaya que lo hizo, pero desde el momento de su nacimiento los dejo al cuidado de sus nodrizas, ni siquiera los amanto, así que esta niña de mechones rubios que está recostada en el sillon a tenido más suerte que ninguno de sus herederos.

— Pero la Olimpia y yo no sufriremos por mucho tiempo — Dijo después de medio acomodarle el pañal y ponerle esa extraña ropa de nuevo — Cuando tengamos la posibilidad volveremos a Egipto, no ha ese lleno de caos, sino a mi reino, a los palacios en medio de la arena y ahí no habrá pañales, ni ropa extraña, yo seré una reina y ella tendrá sus propias nodrizas —

Grace volvió a burlarse de ella mientras se recarga en el respaldo del sillon

— ¿Y crees que Cameron te dejará hacer eso? Me estas diciendo que planeas secuestrar a la hija del primer ministro, eso prácticamente es imposible Cleo

Cleopatra tomó con cuidado ese pequeño cuerpo que parecer desatarse bajo su agarre, otra prueba de que la maternidad no es para ella, porque tampoco sabe como acomodar a esa niña en sus brazos, pero lo hizo, la recostó cerca de ella porque sino lo hizo en el pasado, aquí si lo hará, quiere vivir todo ese proceso que en su tiempo era imposible, disfrutará de esa niña y recordara a sus hijos en sus pensamientos.

— Ya veremos quién puede más, si una reina o un simple ministro, de todos modos la niña es hija de la más grande reina de la historia y del gran cuidador de Londres — 
Grace le dio un pequeño golpe en la frente para ordenar sus ideas.

— Ya borra esas ideas locas de tu mente — Grace se puso en pie y se tus hacía el mostrador para sacar una gran bolsa de color rosa, llena de cosas extrañas y dibujos diabólicos, que según su amiga, son dibujos de bebés —
Tengo un par de regalos para ti y para tu hija, estoy segura de que te gustarán mucho y son súper útiles, todas las mamás los están usando —

Grace saco de la bolsa un extraño recipiente con forma de seno, sólo se acercó a ella y bajó delicadamente su blusa, en el pasado no habría sido extraño éste movimiento porqué sus esclavas la ayudaban a desnudarse, pero en este momento Grace está haciendo algo algo a lo qué ya no estaba acostumbrada.

— Toma, tienes que pegarlo a tu pecho —

Cleopatra soltó un gritó de horror cómo si alguien estuviera a punto de matarla, sintio tanto miedo qué la niña se despertó por su grito y al momento se quitó esa cosa que se había aferrado a su seno, lo tiró lejos de ella y fulminó con la mirada a esa loca londinense, por esto en el pasado la habría mandado a azotar.

— ¡¿Qué es eso?! Vete de aquí Grace antes de que te maté —

Grace soltó fuertes carcajadas que asustaron a los clientes de la cafetería.

— Es un sacaleches, es muy útil por cierto —

— Esa es una cosa del infierno, gracias, pero no me gustó tu regalo — Cleopatra se puso en pie  y sostuvo a la niña contra ella — Es mejor que me vaya al museo, a Olimpia le servirá conocer a sus antepasados —

— ¿Llevarás a la niña con esas momias? —

— Claro, que se acostumbré a su herencia egipcia —

Cleopatra caminó hasta la salida de la cafetería con Grace detrás de ella, miró a todos lados antes de cruzar una avenida porque si a ella la atropellan no pasa nada de todos modos ya esta muerta, pero la bebé si sufrirá las consecuencias.

— ¿Ya le dijiste donde estarán al padre de Olimpia? —

Cleopatra se acomodó esos negros mechones de cabello cuando el aire de lluvia se hizo presente, incluso pude que sea el aliento de un dios llamado Seth que la quiere de vuelta en el mundo de los muertos.

— No, Olimpia es mía, y solo mía nunca he necesitado a un hombre para mantener a mis hijos —

Cleopatra no dijo más y se alejó por las calles con esa bebé en brazos, de todas formas el museo queda a solo unas cuadras de distancia y prefiere caminar a tener que subirse a esos raros camiones rojos, además adora el clima de estos días, entre el frío y el ambiente de otoño.

Subió rápidamente las escaleras del museo pero un fuerte agarre detuvo su andar y al darse la vuelta vio a ese primer ministro tan furioso como lo sería todo un romano a punto de enfrentarse a una batalla.

— ¡¿Porqué te llevaste a mi hija?!

Erase Una Vez Cleopatra. (Saga Faraones de Egipto Libro 1) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora