Parte 70

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Cleopatra

Cleopatra soltó un suspiró que empañó el vidrio del auto, él frío le cala los huesos y la suave nieve qué inunda las calles del centro de Londres la hace sentir de un humor bastante extraño, jamás había visto nevar en su vida, mucho menos había sentido ese frío que parece pequeños cortes de dagas por sus brazos. En Egipto la nieve no existe porqué el sol es intenso y lo único que hay es calor y tormentas de arena que pueden dejar en oscuridad las ciudades por varios días, en Roma sólo estaba refugiada en su Villa, planeando estrategias contra sus enemigos, es claro que tenía ocupaciones de una reina y no ponía atención a estos pequeños detalles, aquí en Londres al levantar la mirada sólo puede ver a la gente cubierta por abrigos y feliz por las decoraciones navideñas que alegran las calles, sin temor alguno por lo que sucede en las cloacas.

Momias, brujas y viajes en el tiempo, nadie de estas personas sabe lo que sucede por las noches en Londres.

Sonríen con felicidad sin saber que todo lo que sucede en la oscuridad, no saben que entre ellos caminan personas que en el pasado fueron grandes reyes, como ella. Cleopatra se recargó en el asiento del suyo con un solo pensamiento en su mente ¿Qué es Navudad, porque la gente esta así?

Esa celebración no existía en la antigüedad, al contrario, se celebraban grandes fiestas con cada conquista o cuando se terminaba una guerra, los sacerdotes alababan al sol y clamaba a sus dioses y ella, era la mejor haciendo fiestas, los romanos quedan encantados con los banquetes y los extravagantes cuerpos de lad bailarinas, pero la navidad es una tontería, una celebración de gente exagerada, lo único que le gustó fue sacar su mano por la ventanilla del auto para deleitarse con la nieve cayendo sobre su piel.

Pero mil veces prefiere el sol de Egipto, a la nieve.

— ¿Segura que quieres quedarte aquí? Podrías quedarte conmigo todo el día, la verdad quisiera eso — Cameron detuvo el auto fuera de la cafetería, se soltó el cinturón y se giró para verla acomodandole un mechon negro de cabello detrás del oído — Pero si quieres quedarte aquí, vendré por ti en cuánto la reunión en el parlamento se acabe, no te muevas de la cafetería y tampoco contestes las llamadas de mi abuelo, de verdad ya no dejes que te confunda con sus expediciones a Egipto, por su culpa ya no tengo confianza ni en mi propia sombra

Cleopatra se río por lo bajo, claro que no le dirá que pasa horas planeando cosas con ese anciano, debajo de todos sus libros, ya tiene un mapa preparado con todos los puntos marcados que visitarán en Egipto, si fuera por ella ya se habría ido desde hace días, pero al bajar la mirada hacia su pecho, solo puede darse cuenta que la única cosa que la ata a Egipto es una pequeña bebé.

— Claro que no le hago caso a tu abuelo — Mintió con descaro porque es una experta porqué quien tiene esas locuras es ella —  Digamos que sus expediciones a Egipto son como para morirse de nuevo  —

— ¿Segura que no harás locuras? Ya se que esta es una cafetería, pero conociéndote, tú haces locuras en cualquier lugar Cleopatra y no quiero que Olimpia vuelva a estar en peligro   de nuevo —

Cleopatra levantó la mirada y asintió, necesita de Cameron, de su dinero, de su protección y de su pasión, así que lo último que quiere es tenerlo de enemigo. 

— Estoy segura de que no haré otra locura ¿Acaso crees que quiero morirme de nuevo tan pronto? — Cleopatra se inclinó para besar a ese hombre dulcemente en sus labios, lo acarició en la mejilla y lo beso fijamente con seguridad — Cuidaré de Olimpia, pero exigele a esos hombres que se vayan de aquí, no necesito que me revisen para saber si cuido bien de mi propia hija ¿Tienes miedo de que me escape a Egipto? —

Erase Una Vez Cleopatra. (Saga Faraones de Egipto Libro 1) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora