Parte 2

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El frío y enigmático Londres no esperaba tener a una invitada tan especial. ¿Que hacía Cleopatra ahí? Nadie lo sabe. Ni el más listo de los científicos, ni el mayor de los antropólogos podría saber porque una persona que murió hace siglos apareció de la noche a la mañana a orillas del río Támesis.

Cleopatra paso sus manos atraves de los barrotes de la prisión, creía que había pasado años atrapada aquí cuando en realidad pasaron simplemente horas. Ya no sabía que era peor si los calabozos de Roma o este lugar. Le habían dejado comida tan extraña que tuvo que comerla solo porque necesitaba sasear su hambre, era una especie de pan con carne y cosas extrañas que bajan de ella.

— ¡Guardias! — Llamó de nuevo. Los guardias no pusieron su atención en ella, después de que le dejarán la hamburguesa en su celda tenían que esperar a que llegara la trabajadora social y se llevará a esa joven que no para de gritar.

Cleopatra los miro a todos, sonreían y se divertía como si su reina no estuviera presa delante de ellos, golpeó las paredes, trato de abrir los barrotes pero fue inútil, nada funcionó.

— Ya cálmate, quiero dormir — grito otro prisionero a Cleopatra y está lo miro indignada.

¿Quien no podría reconocer a la histórica Cleopatra?

Los romanos decían que no era una mujer bella y en las pocas esculturas que sobrevivieron de ella su rostro es diferente, no hay pinturas, no hay nada que describa su belleza. Ninguno de los guardias podría reconocer que está justo enfrente de la faraona de Egipto, esa joven de ropa sucia, cabello negro, piel blanca y ojos amielados. Cleopatra sin sus joyas, su corona, su oro y sus amantes, era una completa extraña.

Creyó que la dejarían salir cuando abrieron la celda, pero ella misma había hecho encarcelar a sus enemigos. ¿Porque la dejarian salir tan fácil? Sus manos están encadenadas y no quiere que el guardia le clave alguna espada en el corazón, así que se mantiene tranquila pero con el rostro tan horrorizado que la trabajadora social no supo que hacer con ella.

La señora supo que no sería un caso fácil, la joven se sentó en la silla enfrente de ella arrastrando sus pies por el frío suelo y se pregunto porque aún no tenía zapatos. Temblaba de miedo y ordenó que le quitarán las esposas que se habían marcado en sus manos por tratar de quitárselas.

— Hola Cleopatra soy la señora Beatrice. Soy trabajadora social — Le tendió la mano a Claopatra pero al ver que no hacía nada más que mirarla, sonrió y bajo la mano — Haré todo lo posible por ayudarla. ¿De dónde eres cariño? —

Cleopatra paso saliva antes de contestar

— Egipto —

— ¿Tienes tus documentos? ¿Cómo llegaste hasta Londres? Egipto está muy lejos —

Cleopatra negó con la cabeza, no sabía que era lo que le pedían. No entendía porque la mujer de cabello blanco y sonrisa amable le hacía estás preguntas. Además no podía dejar de ver lo que colgaba de su nariz, parecía un mismo invento egipcio.

Beatrice reacomodo sus gafas y miró a la guardia. «Puede que sea migrante» pensaron ambas al ver a la joven desprotegida y afligida.

— ¿Tienes padres? — preguntó.

— Nunca conocí a mi madre y mi padre está muerto — dijo con orgullo.

— ¿Hermanas? —

— No, mi padre le cortó la cabeza por traicionarlo — las palabras salieron de Cleopatra como si fuera lo más normal para ella y lo fue, vivía en nidos de vivoras y la muerte era algo común. Ella había asesinado, así es su mundo. La guardia y la trabajadora social soltaron una exclamación de sorpresa, Beatrice se cubrió el rostro al escuchar algo tan cruel.

¿Cómo está pobre joven había sobrevivido a un padre tan despiadado?

— Oh querida, lo siento tanto. ¿Tienes algún otro familiar? — al no escuchar respuesta siguió — ¿Hijos? —

Cleopatra levantó la vista sin poder soportar más las lágrimas que amenazaban con salir quemaban en sus ojos al igual que el sol de Egipto y sin quererlo estás resbalan por sus mejillas. Se limpio las lágrimas con el dorso de su mano. Nadie debe ver a su reina cómo una mujer débil y ahora está llorando tanto que podría hacer correr agua por el río Nilo.

— No sé dónde están — dijo con la voz pastosa por el llanto.

— ¿No tienes a nadie aquí en Londres, trabajo, casa, esposo? — preguntó la guardia mirándola fijamente.

— No

Cleopatra sabía que la miraban con lástima, conocía esa mirada y no le gusta, sin embargo otra cosa no puede hacer. No tenía oro, monedas o joyas, no tenía nada para sobrevivir, en contra de su voluntad tendría que hacerles caso.

Beatrice se puso en pie para sorpresa de las otras dos mujeres. En ocasiones se metían en problemas por tener un alma tan caritativa, se lo repetía su hija muchas veces y posiblemente tampoco le guste esta vez, pero algo en su interior le dice que no puede abandonar a esta chica desamparada. No tiene nada, sin dinero, con una deuda que pagar para arreglar un auto y en Londres, esta chica terminara prostituyendose para vivir.

— Yo me haré responsable de ella, tengo una hija de su edad, se cómo manejar a las jóvenes — le dijo Beatrice a la poco convencida guardia, momentos después de que dejaron a Cleopatra sola en el despacho con café y donas.

— No hay registros de ella en la ciudad, no tiene documentos Beatrice, no sabemos quién es, podría ser peligrosa —

— Exactamente, esta chica no tiene a nadie. No te preocupes todo saldrá bien —

Beatrice firmó unos cuantos papeles más y espero a fuera de la comisaría a que los guardias dejarán junto a su auto a una confundida chica. Beatrice subió a su auto, se puso el cinturón y espero a que la joven subiera también, pero al ver que pasaron minutos y no hacía nada más que mirarla, se bajo de nuevo.

— ¿Que es esto? — preguntó Cleopatra al señalar esa cosa que nunca antes había visto. Prefería mil veces que sus esclavos la llevarán paseando en sus espaldas por toda la ciudad.

— Es mi auto, ven te ayudaré a subir antes de que empiece a llover de nuevo —

Cleopatra subió con temor e incertidumbre. No paraba de sujetarse en lo que podía sorprendida de que esta cosa se moviera. Fue el peor viaje de toda su vida, ni siquiera en sus viajes en barco se había mareado tanto como hoy.

Cuando el auto se detuvo Beatrice la ayudo a bajar y camino hasta una casa de color blanco. Cleopatra pensó que parecía un pequeño castillo romano pero cuando entro no era nada parecido a eso, era extraña y había muchos ruidos extraños. Cleopatra se recargó en una de las paredes porque creyó que se desmayaría en ese momento.

— Este será tu cuarto, no está muy arreglado pero después lo podrás decorar como quieras — Beatrice se percató de que la joven la seguía por las escaleras — Mi hija y yo tenemos una cafetería lo mejor será que trabajes ahí para pagar tu deuda si no quieres estar de nuevo en la cárcel y para pagar la renta del cuarto, no te preocupes cuando tengas trabajo ya hablaremos. Ahora toma un baño, tines ropa limpia en el armario y cuando termines baja para la cena —

Beatrice se despidió con una amplia sonrisa, esperando no haber asustado a Cleopatra.

Al estar sola en la habitación entro sin dudar a la cuarto de baño y como pudo hizo que saliera el agua limpia, mojo su rostro infinidad de veces esperado que este mal sueño terminara...

Pero jamás lo hizo...

Erase Una Vez Cleopatra. (Saga Faraones de Egipto Libro 1) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora