Parte 37

1.2K 166 69
                                    

Cleopatra jamás había rogado por su vida, nunca había tenido que inclinarse ante nadie y rogar porque su vida fuera diferente, en realidad jamás tuvo que rogar por nada, ella era una reina y  conocía su destino, estaba segura de sus decisiones y de todo lo que pasaría si se equivocaba en algo, era una mujer segura y sabía lo que quería.

Después de la batalla de Accio cuando los romanos estaban tocando las puertas de su cripta, cuando él sonido de esos soldados romanos golpeando las grandes puerta de su sepulcro, sus gritos enardecidos y él mismo Octavio visitando su cripta para evitar que se suicidara para hacerla llevar a Roma como su botín de guerra, en ese momento tampoco tuvo miedo de verdad que no lo tenía, ella estaba segura de que iba a morir, conocía el destino de las reinas que fallaron en sus decisiones, Cleopatra sabía que si  se equivocaba lo pagaría con la vida, pero no solamente ella pagó las consecuencias, sus hijos y todo Egipto sufrieron las consecuencias de un amor desenfrenado que la llevó hasta la muerte, por eso no fue difícil hacer que aquella serpiente mordiera su pecho para terminar con su vida, era una diosa o eso creía, sabía que dejaría su reino en manos de aquellos romanos, pero viviría después de la muerte rodeada de sus antepasados en grandes palacios, como los grandes faraones del pasado.

Él problema es qué Cleopatra después de cerrar los ojos para siempre, no despertó en él mundo de los muertos, su cuerpo no está momificado y no está en el pasado, desperto en un mundo que no es él suyo, rodeada de cosas que poco conoce y con una maldición que no la deja vivir.

Los recuerdos de esa maldición la consumen, le están quitando la vida poco a poco, no puede dormir, se pasa las noches en vela escuchando la respiración de aquel general romano que duerme a su lado mientras el miedo la consume, ni siquiera mira los paisajes de la antigua Roma, esa ciudad es enigmática pero ya la conoce, lo hace de memoria.

Los días pasan y su preocupación no hace más que empeorar, parece una mamá preocupada porqué siempre en la madrugada se levanta de su cama cubierta de almohadones y acaricia el rostro de su hijo antes de salir de la habitación, camina por el palacio romano en plena oscuridad sólo alumbrado por las antorchas hacía aquella área oscura, fea y lúgubre donde duermen los sirvientes, sólo para ver que su amiga inglesa siga viva, porque tiene que hacer pasar a Grace como una sirviente.

Quizá lo que la está matando por dentro es ver como Cameron tiene que hacerse pasar por un hombre que ni siquiera la conoce, él hace lo que puede para sobrevivir y para hacerlo tiene que seguir él mismo ritmo de vida de aquellos romanos asquerosos, tiene que verlo cada mañana hablando de política y guerra con él gran Julio César y su corazón se parte cada noche cuando lo ve rodeado de mujeres en las fiestas que se celebran en los palacios, se muere de ganas de abrazarlo, de besarlo y hacer lo suyo, de ir corriendo detrás de él y decirle a toda esa gente romana qué sí conoce a ese extraño hombre que se llama Cameron, pero la única que puede acercarse a ella es Grace, actuando como una sirvienta, pero es la única manera de mantenerla cerca, la tiene con ella todo el tiempo y pude mantenerla con viva, quizá para su amiga es divertido, para Cleopatra es lo más horrible que le ha pasado en la vida.

No puede seguir viviendo así, tiene qué rogar por su vida, tiene que hacer qué esto pare, por eso abandonó la fiesta que celebra Marco Antonio en su villa romana y salió corriendo con sus guardias detrás de ella para cuidarla de la prole romana, jamás había corrido pero está vez lo hizo, no le importó dañar su delicado vestido o qué sus zapatillas se arruinaran, su corona casi se cae y su maquillaje está arruinado por él llanto, carrió colina arriba hasta que él templo de la diosa Isis, al llegar se arrodilló delante de la diosa y se quitó la corona para mostrar respeto.

— ¡Oh gran Isis! Ayúdame con está maldición que ha recaído sobre mí, aliviame de esté dolor que está acabando con mi alma y regrésame a la muerte — Cleopatra miró aquella estatua con los ojos llenos de súplica —¡Te lo suplico, acaba con está tortura! —

Erase Una Vez Cleopatra. (Saga Faraones de Egipto Libro 1) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora