Parte 83

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Cleopatra

Un año después. Londres, Inglaterra


— Vamos Olimpia tienes que dar tus primero pasos — Le dijo con voz suave tratando de animar a esa bebé — Si lo haces, prometo llevarte a un lugar especial, pero tienes que llegar hasta mi, así podré presumirle a Cameron, que aparte de haber sido reina, tu cariño es más grande hacía mi, acércate a tu reina, Olimpia —

Cleopatra ocultó su sonrisa y se quedó de pie junto a la puerta de la habitación mirando como esa niña de rizos rubios da sus primeros pasos, en realidad deberías de haber caminado desde antes, tomando en cuanta que ya habla algunas palabras, pero después de los sucedido en Egipto, esa niña de rizos de oro si tuvo consecuencias, aparte de su terror extremo a la oscuridad, no quiso caminar, vaya que intentaron que lo hiciera, pero simplemente no lo hacía, solo se arrastraba por el piso como una momia sin piernas, claro que los asustó, pero entendieron que era un daño colateral de cuándo viajó a Egipto.

Pero esta venciendo su miedo, aún es pequeña, pero tiene la fuerza de todo los faraones, aún es tambaleante, pero podría decir que son los primeros pasos de la última princesa de Egipto.

La vio soltar breves risas acompañadas de pequeñas palabras, a pesar de ser pequeña tiene una voz gloriosa y sus palabras son claras, es una extraña combinación de una bebé con la inteligencia que le heredó en sus genes, pero Cleopatra no puede evitar sentir cierto dolor en el pecho, un dolor que siempre viene acompañado de crueles memorias de una vida pasada, recuerdos de pequeños lapsos de tiempo que guarda en lo profundo de su ser y que no conoarte con nadie, ni siquiera con Cameron, porque hacerlo sería algo difícil de explicar.

Pero al ver a esa niña de cabello de oro, recuerda a sus hijos, todos, desde Cesarion su esperanza de unificar Roma y Egipto, sus gemelos él sol y la luna y su último pequeño hijo el amor de Marco Antonio y ella, a todos los amo, claro a su manera, quizá algo cruel y fría, pero los cuido y los quiso, sin embargo,  decir que estuvo involucrada en su vida sería una mentira, los tenía, pero las sirvientas se encargaban de ellos, jamás se detenía a verlos caminar de está manera y Olimpia tiene un privilegio que sus otros hermanos jamás tuvieron.

Por lo menos ella está viva.

— Mamá — Grito esa niña mientras se abraza a sus piernas cuando por fin llegó a su objetivo, y en algo que era completamente anormal en ella, Cleopatra se inclinó y la tomó en brazos para tenerla cerca.

En el pasado no era nada cariñosa, ni siquiera se dignaba a adorar a sus hijos, pero esto es Londres y después de un año viviendo aquí, sin duda las costumbres de estas extrañas personas se han metido dentro de ella.

Así que posó sus labios sobre la pequeña mejilla y la besó suavemente mirándola con adoración.

— Hoy Olimpia daremos un paseo — Le dijo cerrando la habitación y caminando con ella por el pasillo, le puso el abrigo y le acomodó el rubio cabello que podría ser idéntico al de Alejandro Magno — Será una tarde muy especial entre nosotras, te platicare sobre él extraño pasado de mamá —

Olimpia asintió con su cabeza y caminó completamente sola por la casa, así que Cleopatra tomó sus cosas, aferró su mano a la de la niña y ambas salieron de esa gran casa como si fuera un paseo normal, a pesar de que los guardias del primer ministro no se alejan de ellas ni un sólo segundo, sin embargo, ya ha pasado más de un año y nada las a lastimado.

Es...es, cómo si simplemente se hubieran olvidado de ella, como su los dioses por fin la dejarán vivir en paz, pero sabe que tiene que disfrutar de sus momentos, porqué los dioses jamás perdonan una vida fuera de su tiempo.

Erase Una Vez Cleopatra. (Saga Faraones de Egipto Libro 1) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora