Cameron
Dos meses después.
— ¿Cameron? —
En cuánto escuchó su nombre abrió los ojos, lleva tanto tiempo metido en ésta cloaca que acostumbrarse a la luz le dolió demasiado, los pocos rayos de sol entran gracias a la puerta de esa celda mugrienta en la cual a estado recluido por dos meses, tiempo en el cual no ha sabido nada de nadie, incluso en sus peores momentos pensó que la orden del tiempo había matado a todos ese fatídico día, sobretodo pensaba que ese anciano estaría muerto, sino fuera porqué está muy vivo y de pie junto a esa celda de una prisión egipcia.
— ¿Qué pasa querido? — Dijo su abuelo con su típica sonrisa burlona, con su olor a fresco y su ropa perfectamente limpia — ¿Olvidaste lo qué es un baño?
Apestas a gato muerto —Cameron rodó los ojos y se puso en pie con dificultad, no necesita que ese anciano le diga cómo está, él se siente pésimo, apenas y le dan comida, ya es mucho decir que tendrá un baño, pero todo eso son cosas banales qué puede arreglarlas en cuánto ponga un pie fuera de la celda. Lo primero que quiere es ropa limpia, aquí hace tanto calor que se siente asqueroso con su camisa arruinada y lo segundo que necesita es saber que paso con esa egipcia.
— ¿Vez agua por aquí? — Dijo rechinando los dientes de coraje — Porqué yo no ¡¿Porqué demonios me dejaste encerrado aquí?! Tú nos abanonaste en esa excavación cuándo se empezaron a escuchar los disparos, hiciste que todos esos hombres murieran —
Su abuelo le dio un par de billetes al guardia y la puerta de la celda se abrió de par en par.
— No te abandoné Cameron, pero de nada servía quedarme cuándo ya sabía el cruel destino de todos, si yo hubiera muerto todo estaría perdido — Él abuelo lo golpeó levemente en su hombro — Todo Londres te está buscando, debes agradecerle al rey qué te haya sacado de esta celda, él quiere a su primer ministro de vuelta —
Cameron asintió, sabe qué no puede dejar de lado su deber como primer ministro, pero caminó fuera de la celda porqué también se está muriendo por salir de aquí, ya que estos días han sido un martirio. La cárcel no es nada bueno, menos para un ingles tan aristocrático como él. Los primeros días estuvo inconsciente sin saber dónde estaba, no que decir de los demás días donde entender esa rara lengua oriental era toda una odisea, la comida es tan asquerosa qué anhela con toda su alma una hamburguesa y un buen corte de carne acompañado de un vino.
Sus pasos son fuertes hasta la puerta de salida, pero los gritos de los prisioneros son desesperados, todos estan ansiosos por salir de estos calabozos. Cameron se alegró demasiado al ver esas camionetas negras afuera de la prisión qué lo llevara lejos de aquí.
Aún y con la emoción del momento, con él sol abrasador de Egipto y con el estómago vacío, sólo hay una cosa que tiene en mente, así que se volteó y miró a su abuelo.
— ¿Y dónde está ella? — Preguntó despues de recargar su cabeza en ese cómodo asiento de piel de la camioneta cuando está se puso en marcha — ¿Dónde está Cleopatra? ¡¿Dime dónde está?! Han pasado casi dos meses, está embarazada y todo el mundo quiere matarla, necesito encontrarla —
Su abuelo se quedó callado unos segundos mientras encendió su puro y bajó la ventanilla del auto para expulsar el humo.
— No sabemos nada de ella, traté de buscarla, de verdad que lo hice Cameron, pero ese día en el templo de Afrodita, fue la última vez que supimos algo de ella y del bebé — Continuo — Le pedí ayuda al rey, le dije que teníamos a encontrar a Cleopatra, claro que no le dije qué es una momia —
— ¡¿Y qué, dime qué pasó?! — Gritó desesperado — Ella está embarazada de mi, necesitó saber donde está y ponerla a salvo —
— ¡La buscamos! Lo hicimos por cada rincón de Londres y de Egipto, él rey es un hombre muy poderoso, pero el problema es qué ella no es de esté tiempo, no hay registros de Cleopatra, mucho menos sus huellas dactilares o registros bancarios que nos llevé a ella — Ese anciano negó con la cabeza — Es cómo si la orden del tiempo la hubiera matado y borrado de la historia —
¿Cleopatra muerta? ¡No!
Cameron se pasó las manos por el cabello desesperado, hasta bajó su ventanilla para que el aire le aclaré la mente. Obviamente es muy posible qué esté muerta, para la orden seria lo mejor y más para ese romano, sin embargo, para él sería lo peor, no puede ni siquiera pensar que ella ya no estará o que ese romano le haya hecho daño estando embarazada. Todas las noches sus gritos desgarradores no lo dejan dormir, la recuerda cómo una pesadilla gritando su nombre, su rostro horrorizado, su nariz sangrante y su vientre arrastrado por la arena, recuerda cada detalle de ella y no quiere olvidarla.
— Se como te sientes Cameron, es un momento muy difícil —
Giró su rostro y fulminó con la mirada a su abuelo.
— No, tú no sabes cómo me siento, les dije a los dos, a ti y a Cleopatra que esto era una locura, que venir a Egipto era una estupidez y ahora todos me dan la razón — Se carcajeo con amargura — Tuvimos que habernos quedado en Londres, si tú maldito anciano, no la hubieras apoyado con sus ideas locas, Cleopatra estaría conmigo —
No sé digno a hablar más con ese anciano, solo bajó de la camioneta en cuánto se detuvo afuera del hotel.
— ¡Espera Cameron! — Dijo su abuelo desde la camioneta con el rostro llenó de preocupación — Me duele decirte esto, pero cabe la posibilidad de que nunca encontremos a Cleopatra y tú a bebé y eso debes tenerlo en cuenta —
Cameron lo miró una última vez y cerró la puerta de un portazo. Odia todo lo que tenga que ver con momias, órdenes y viajes en el tiempo, solo quiere irse de inmediato de Egipto y regresar a la tranquilidad de su vida, pero después de dos meses en una celda esté hotel es su salvación. Todos lo ven como un indigente, sucio y decepcionado, pero es el primer ministro de Inglaterra y está jodidamente enojado.
Al entrar a la habitación, Cameron sequito la camisa y la arrojo lejos, dejó que sus pies sintieran esa suave alfombra y tomó una larga ducha, la más larga de toda su vida, no quiere nada que le recuerde a esos dos meses en una celda, así que se quitó toda la barba y dejo la piel de su cara tan suave como siempre, así como a esa egipcia le gustaba verlo.
Tomo asiento en la esquina de la cama y se pasó las manos por el cabello con desesperado, Egipto es tan grande que buscarla sería como buscar una aguja en un pajar.
Quizá fue una coincidencia o ayuda de los dioses, así cómo siempre piensa esa egipcia, pero al levantar su mirada, vio ese brazalete de oro en la mesilla de la habitación, esa misma joya que Cleopatra jamás se quita, se puso en pie y lo tomó entre sus manos, aferrandolo con fuerza.
— No — Dijo para si mismo, buscando su ropa para comenzar a buscar por las calles de Egipto — No regresaré a Londres hasta que tenga a Cleopatra y a mi hijo de vuelta —
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Erase Una Vez Cleopatra. (Saga Faraones de Egipto Libro 1)
Romance¿Alguien sabe que hace Cleopatra en Londres? La ultima Faraona de Egipto, mujer de Julio Cesar y Marco Antonio. La única y verdadera reina de Egipto. Cleopatra no pensaba despertar en un nuevo mundo, creía que era un castigo de los dioses por no ga...