¡Por fin de nuevo en su palacio, lejos muy lejos de Londres!
Cleopatra se asomó por el balcón del palacio de Alejandría después de tomar un baño, mientras sus sirvientas la ayudan a vestirse. Suspiro alegremente al aprecia su ciudad. Extrañaba tanto esto, respirar el aire puro y sin contaminantes, no ver esas maquinas de cuatro llantas, ni las luces de los anuncios que tanto la asustan y mucho menos el sonido del infierno de las fiestas a donde Grace la obligaba a ir. Por fin puede decir que esta en su hogar, en su tierra y reinando como siempre.
Decidió dar un paseo por las calles de Alejandría, para disfrutar a su hijo, para distraerse y mostrar el resplandor de sus joyas y sobretodo para hacerles saber a todos que su reina está de regreso y no perdida en el tiempo. Ordenó que las matronas dejaran a su pequeño bebé junto a ella. A través de las cortinas puede ver a sus guardias, fuertes y morenos, expuestos bajo el sol de Egipto mientras la pasean por las calles llenas de esclavos. Esta es felicidad plena. Jamás en Londres se había sentido tan contenta. Esta es su tierra. No esa ciudad gris y fea.
Acaricio la piel suave y tersa de su bebé mientras come un par de frutas extrañas y mueve las pulseras de oro haciendo reír a su bebé. Quisiera pasar así todo el día, perdida en los ojos de su bebé, tomándolo en sus brazos y cantándole por lo bajo hasta verlo dormir. No todo el tiempo es una mujer manipuladora y política de nacimiento, tiene un corazón y sentimientos aunque no lo parezca, no importa que por fuera solo sea una mujer fría y de ojos severos.
— ¡Quítese del camino anciana! —
Cleopatra dejó de tocar a su hijo cuando sus guardias dejaron de moverse. Estaba tan cómoda entre almohadas finas y copas de oro, que le importaba muy poco ver la pobreza a su alrededor, esa gentuza apestosa ni siquiera pueda verla a los ojos, así que necesita saber con urgencia quien es esa detestable anciana que interrumpió su viaje. Tomo asiento y abrió delicadamente las telas que la cubren de la chusma de la ciudad. No esta nada contenta, podría hasta asesinar con la mirada.
— ¡Necesito hablar con la reina! — se sorprendió de la resistencia de esa anciana de ropa vieja y rostro cubierto por un manto. No sé retiro, ni se intimidó de las espadas de sus guardias — No me iré hasta hablar con ella —
— Dile que se acerque — le dijo a uno de sus guardias. La anciana se acercó poco a poco sosteniéndose de un desgastado bastón — Si intenta algo mátala —
Cleopatra retrocedió un poco, cubrió a su hijo entre los almohadones para esconderlo y tomó la daga que lleva oculta en su vestido. Aquí, cualquier persona puede matarla. Hasta esa anciana puede ser peligrosa. No puede dejar de verla por ninguna cosa. Puede llegar a ser tan peligrosa como una víbora del desierto.
— ¿Que quieres anciana? — pregunto con desprecio y altanería. Pero la anciana se descubrió el rostro y sonrió.
— Yo no quiero nada. Soy tan vieja que las cosas que quiero ya no existen — Cleopatra tomo más fuertemente la daga — Pero usted, Alteza, quiero todo
— Soy tu reina. Yo puedo tener todo lo que quiera — tomo uno de sus brazaletes de oro y se lo tendió a la anciana — Si no tienes que comer, toma, hoy seré amable contigo, pero si vuelves a interrumpir mi camino ordenare tu muerte —
La anciana sonrió maleficamente, el sonido de su voz la asustó, ruda, profunda y malvada, le recordó a aquel enmascarado que intentó matarla en Londres y no pudo moverse del terror.
— Yo no necesito de tu oro. Porque en realidad eres tan pobre como yo, estas perdida entre dos mundos, ya no eres del pasado y no perteneces al futuro... eres un alma perdida —
— ¡Vete de aquí anciana loca! — rugió molesta Cleopatra moviendo rápidamente sus pendientes de oro y las decoraciones de su cabello. — Deja de molestar a tu reina —
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Erase Una Vez Cleopatra. (Saga Faraones de Egipto Libro 1)
Romantik¿Alguien sabe que hace Cleopatra en Londres? La ultima Faraona de Egipto, mujer de Julio Cesar y Marco Antonio. La única y verdadera reina de Egipto. Cleopatra no pensaba despertar en un nuevo mundo, creía que era un castigo de los dioses por no ga...