Parte 64

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Cleopatra

Levantó la mirada y admiró el lugar que se alza frente a ella, ciertamente durante todo el tiempo que ha estado en Londres jamás había visitado un lugar tan llenó de lujo, algo que se asemejara a su estilo de vida en Egipto, no fue porqué Cameron no haya querido compartir esa vida, sino porqué fue ella misma quien no se quería abrir a nuevas experiencias.

No quería que una parte de su ser se acostumbrará a la facilidad de la vida del futuro, pero recordó que en el pasado conoció todos los rincones de la tierra, claro, de la que se conocía en la antigüedad, habló con expertos y pobro comidas extrañas que después compartía en sus fiestas, era una erudita del saber, y ahora también lo será, a pesar de que ser una experta sea mucho más complicado en el futuro.

Tomó asiento en esa mesa junto al mirador, por un momento sintió eso que sus amigas llaman vértigo, no está acostumbrada a las alturas, en el pasado cenaba al pie del mar o en barcos por el Río Nilo, pero nunca en tanta altura dónde parece que al alargar su mano podría tocar las nubes y si quisiera, la luna.

Él aire es fresco y las luces de la ciudad por la noche son tan impresionantes como lo eran las antorchas que iluminaban los palacios romanos, puede que la vida en el futuro sea fea, pero  Londres es una lugar bello y llenó de magia y él Big Ben le recuerda muchísimo al faro de Alejandría.

Cameron soltó un suspiró abriendo los ojos sorprendido al verla cambiar las copas y beberse todo ese vino que hizo que su garganta ardiera.

— ¿Vamos a seguir fingiendo que estamos bien o ya podemos estar en desacuerdo cómo siempre? —

¡¿Qué?! Pero la fiesta apenas comienza.

— Creó que me gustaría seguir fingiendo mucho más — Contestó de inmediato emocionada por la gran vista, aunque aun intenta borrar de su mente lo horrible que son los elevadores — Incluso podemos fingir que somos unos dioses, tú Dionisio y yo Afrodita, Marco Antonio y yo lo fingiamos todo el tiempo, era nuestro juego secreto —

— No gracias, prefiero los juegos más normales — Él mesero interrumpió su dulce charla al dejar un buffet de platos delante de ella — Esa es la comida italiana que tanto querías probar, ¿Segura que no dejarás caer a la bebé? —

Quizá Cameron la ve tan mal por las alturas que por eso luce preocupado, pero aferró a Olimpia a su pecho sin dejar de abrazarla y la cubrió con su manta porque es muy pequeña para el frío de Londres. Cleopatra negó con la cabeza divertida y aferró a la niña hacía ella.

— No soy tan mala cómo para dejarla caer...— Contestó con ese tono filoso en su voz — Aunque si la arrojará al vacío podríamos saber sí de verdad es una momia

— ¡Cleopatra! — La reprendió al momento tratando de quitarle a la niña de los brazos.

— ¡Es broma Cameron! — Rodó los ojos como lo hace su amiga inglesa — Por los dioses del Egipto, ustedes los ingleses no tienen sentido del humor —

— ¡No tiene nada de sentido del humor cuándo se involucra a una bebé! —

Cleopatra volvió a tomar un trago de ese vino que sabe tan delicioso cómo lo era en la antigüedad, de seguro tiene que ser de alguna Villa romana.

— Contigo nada es gracioso Cameron, si un día nos persiguen por las calles para matarnos no encuentras el lado admirable y valiente, puede que yo lo vea diferente porqué ya estoy muerta, lógicamente si me pasa algo yo ya tuve una gran vida  — Tomó ese tenedor y se deleitó con la suavidad de la pasta, hasta cerró los ojos por el grandioso sabor que le trajo el recuerdo de los especias — ¡Por todos los dioses! Esto sabe maravilloso, no cómo esa asquerosa comida rápida —

Erase Una Vez Cleopatra. (Saga Faraones de Egipto Libro 1) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora