Parte 59

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Cleopatra

— Supongo que al vivir en Londres todos estos meses debiste de haberte dado cuenta de todo lo que hicimos los vencedores de la historia, sobretodo de lo que hice yo al ganar la guerra, tú Egipto dejó de tener a esos detestables faraones y se volvió una provincia romana, yo fui el gran vencedor — Octavio acercó su rostro hasta ella, lo suficiente cómo para mostrar esa leve cicatriz en su labio que fue causada por la espada de Marco Antonio, cicatriz que para las mujeres romanas era atractiva, para Cleopatra sólo es un fiel recuerdo de lo cerca que estuvo de matar a su enemigo — Tú Alejandría desapareció, además, eres muy lista, estoy seguro que ya sabes todo lo que hicimos, pero lo más importante para mí es saber una sola cosa ¿Ya sabes lo que hice con tus hijos? —

Cleopatra se alejó dejando que los mechones oscuros de su cabello cubrieran su rostro y aun así, lo miró con furia contenida, maldiciéndolo en voz baja en un idioma que él no entiende, en estos días sólo ha soltado maldiciones y conjuros, lágrimas a los dioses y nadie la ha escuchado, sus dioses la han abandonado y se han olvidado de la reina de Egipto, está herida y cansada, muy cansada de las traiciones y de rogar por los dioses.

Pero si los dioses no la quieren, entonces ella misma saldrá de aquí, no le importa que sea una prisionera.

Cleopatra está sentada en el piso, no porqué la hayan herido de gravedad, sino porqué estaba en el suelo rogándole a sus dioses cuándo esté detestable romano interrumpió en su habitación, retrocedió lentamente por el piso hasta que su espalda chocó contra el muro de mármol y ya no tuvo a dónde más ir, motivo por él cual Octavio se acercó burlándose de ella hasta con una simple mirada. En todo este tiempo ha tratado de acercarse a ella, quizá la mira como un juguete nuevo al que puede molestar, siempre viene y le dice de todas las cosas que cambió cuando ella murió, pero jamás había mencionado a sus hijos, hasta el día de hoy.

Cleopatra se dice esclava porqué no puede ser libre, pero no está sucia y mucho menos herida, la tratan cómo a una reina sin corona. Está resguardada en un viejo palacio en Egipto tan cómoda como lo estaría cualquier faraona, pero es un una cárcel de oro, no sale de su habitacion, apenas y puede tomar el sol a traves de la ventana, los sirvientes la ayudan en todo y dejan sus comidas del día, pero el encierro es su mayor tortura, se está volviendo loca por saber que pasó con ese Inglés y su vientre no deja de crecer, cada día está más y más grande y el bebé que lleva en su interior patea con fuerza como si tratará de romper su piel para poder salir, pero estar embarazada solo la vuelve más debil, no puede pelear, no puede hacer nada más que esperar. 

Es como si la Orden del Tiempo se estuviera burlando de ella al tenerla encerrada en tan bello lugar

— ¿Ya no quieres hablar egipcia? — Octavio ronroneo con burla en su voz ¿Los ratones te comieron la lengua? — Al final dio una fuerte carcajada, quizá todo esto es gracioso para él — No importa, yo te diré todo lo que pasó, todo lo recuerdo cómo si hubiera sido ayer, te contaré como tú fiel sirviente te traicionó, te hizo creer que cuidaría de tu heredero y lo que hizo fue entregarme al gran hijo de Julio Cesar, que por supuesto asesine, era un peligro tenerlo vivo —

Cleopatra abrió los ojos llenos de furia, algo dentro de su interior la impulsó a darle una fuerte bofetada, por ella y por su adorado Cesarion.

— ¡Maldito! — Gruño con tanto coraje que ni siquiera sintió el dolor en su vientre — Te juro que te haré pagar la muerte de mis hijos, ya sea en está vida o en la otra —

Octavio recibió la bofetada de manera muy digna, con una sonrisa socarrona que la hizo enfurecer más. Ese maldito sirviente la traicionó, le prometió que cuidaría del último heredero, le juro que Cesarion estaría bien y lo único que hizo fue llevarlo directo a su muerte.

Erase Una Vez Cleopatra. (Saga Faraones de Egipto Libro 1) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora