Primera subida a un arbol

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-¿Saben algo?, ¡Los Gatos pueden subir árboles con sus garras!-Dijo Japón, cómo dato interesante.

-Siempre veo gatos ahí arriba, ¡son muy inteligentes!-Decía Rusia.

-Adivinaré..., conociendo a Japón, su primera subida a un árbol fue sola, ¿no es así?-Preguntó Alemania, con cara pícara.

-Jeje, sōdesu ("así es") Ale, pero la verdad es que fue un grave error haberlo hecho a mi manera...

-Pero, ¿porqué?, ¿acaso te caíste?-Preguntó Nicaragua.

-Oh, no, no me caí, ya verán...

(COMIENZO DEL RECUERDO)

Japón ya era toda una traviesa niña de 7 años. Amaba explorar el mundo a su manera, sin que nadie le diga que hacer, algo que Imperio Japonés estuvo de acuerdo, aunque no lo crean.

Todos en la Casa Imperial se preguntaban porqué el emperador apoyaba todo lo que hacia su hija, a lo que él simplemente respondía:

-Mi niña sabe poner sus propios límites, no hará daño a nadie y no es irrespetuosa con los demás. No la considero malcriada, simplemente los gatos son curiosos e independientes, no la culpo por eso, de tal palo tal astilla.
Además, ella es princesa y tiene una carga muy pesada e importante, la de seguir el protocolo imperial. La dejo vivir su vida, sin ataduras ni prejuicios, ya vendrá el momento protocolar...

Un día, Japón estaba súper aburrida, por lo tanto, decidió salir afuera. Su padre no pudo jugar con ella, este estaba ocupado y con muchísimas llamadas telefónicas.

La pequeña, al principio, se sentó a observar el cielo, hasta que vio una mariposa revoloteando.

Cómo todo felino, decide atrapar al insecto alado, persiguiéndolo y dando pequeños saltos para poderla atrapar.

Con varios intentos fallidos, la gata se empieza a aburrir, quería hacer algo con adrenalina. Al principio, optó por volverse a subir al techo, pero eso ya lo había hecho.

En ese momento, observó un árbol que estaba a pocos metros de ella. La felina quiso treparlo, pero su papá jamás le había enseñado, así que decidió armarse un plan y trepar por su cuenta:

-Ok..., Japón, piensa. Si yo puedo mantener el equilibrio con mis garras en los techos de mi casa, lo podré hacer en un árbol. ¡Es pan comido, es como caminar!-Pensaba Japón, razonando.

La niña comenzó con la pata delantera derecha, por ende, empujó para adelante la pata trasera izquierda, tal como le había enseñado su padre en sus primeros pasos a 4 patas.

El ascenso iba viento en popa. De vez en cuando, la japonesa se resbalaba, pero de los errores se aprenden.

Una vez que llegó a la parte más alta del árbol, decidió observar el cielo desde allí arriba, sintiéndose orgullosa de su logro personal.

Cómo todo niño activo, Japón se empezó a aburrir y quiso bajar de allí, algo que se le dificultó, pues cuando vio la gran altura en donde estaba, le empezó a agarrar pánico.

Empezó a llamar a su papá a gritos, pero se veía que este no la escuchaba. Así que optó por ruidosos maullidos.

En la Casa Imperial, Los guardias empezaron a escuchar el maullido de La Niña, el cual lo reconocieron enseguida:

-Watashi no sā ("mi señor"), creo que estamos escuchando los maullidos de la princesa, parecen muy ruidosos y fuertes, ¿no estará en peligro?-Preguntó un recluta.

-Japón siempre hace esos maullidos de chiste o porque está jugando con algo, no está en peligro-Respondió Imperio, con una leve sonrisa.

Mientras un recluta tenía la charla con el emperador, otro soldado decide mirar por la ventana. Al hacerlo, vio que la princesa de verdad estaba en peligro:

-Watashi no sā ("Mi señor"), ¡la princesa está arriba de un basshu ("árbol")!, observe por la ventana, ¡quiere bajar de ahí!

Imperio, ya fastidiado por sus reclutas, decide mirar por la supuesta ventana y observó lo mismo que sus soldados.

El mayor empezó a correr con desesperación hasta el árbol y, cuando llegó, vio a su hija asustada por las alturas:

-¡Papi!, no se bajar-Gritó la pequeña.

-¡No te preocupes tesorito, allí voy!, camaradas..., ¿enserio trajeron una escalera?-Preguntó Imperio, muy enojado.

-Por si las moscas, watashi no sā ("mi señor")

-¿Acaso no ven que puedo trepar con mis garras?, ya déjenla ahí, ¡allá voy Japón!-Gritó con desesperación el gato mayor, quien rápidamente pudo llegar a la cima y agarrar a Japón con su boca.

Imperio abrazó con fuerza a La Niña, la cual esta todavia seguía asustada:

-Papá..., no volveré a subir árboles..., interrumpí tu trabajo y me dio muchísimo pánico las alturas...-Contestó Japón, con cara de pucherito.

-Mi pequeñita, no te preocupes, vamos a practicar, aunque nunca te he enseñado a cómo subir un árbol, ¿lo hiciste tu sola?-Preguntó el mayor mientras cargaba a La Niña y la mandaba a su habitación.

-¡Si!, lo hice yo sola y mis garras-Respondió la menor, con orgullo.

-¡Esa es mi niña!, *le da varios besos en el cachete*, tienes que practicar para bajar sola, no es difícil tesorito, ¡ya verás!

-¡Eso espero Papi!

(FIN DEL RECUERDO)

-Después de ese pequeño accidente, estuvimos practicando por varios día con mi papá para que pudiera bajar sola...

-¿Lo lograste?-Preguntó Colombia.

-¡SI!, ¡claro que si!-Respondió la japonesa, muy feliz.

-Pero, ¿no había algo que tenías prohibido hacer?, es decir, no creo que tu padre te haya dejado hacer todo lo que tú querías...-Dijo Nicaragua, pensando.

-Oh, ¡claro que si!, tenía prohibido muy pocas cosas, pero en especial, ir a las lejanías....-Dijo Japón, dando un poco de misterio.

-¿Lejanías?, ¿qué chingados es eso?-Preguntó Mexico.

-Jeje, ya lo verán en el siguiente recuerdo...

La nena de papá Donde viven las historias. Descúbrelo ahora