Primera katana, parte 3

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A la mañana siguiente, Japón se había levantado con muchísima energía.

Se vistió y agarró su katana par luego ir a la habitación de su padre y despertarlo:

-¿Papá?, ¿estás despierto?-Preguntó cálidamente la pequeña.

Su papá no le respondió, lo único que obtuvo de respuesta fueron ruidosos ronquidos:

-Vamos pa, hoy me enseñarás a usar la katana, ¿recuerdas?

La pequeña nuevamente no obtuvo respuestas, así que simplemente empezó a morder la oreja de Imperio Japonés de una forma juguetona, pero, en un momento, el emperador se despertó por una mordida muy dolorosa por parte de su hija:

-Auch...-Se quejó el mayor.

-Ups..., lo siento pa..., no quise morderte fuerte...

-Jap..., para la próxima ten más cuidado...-Dijo Imperio, con una pequeña sonrisa y acariciandole la cabeza a su pequeña.

-Jeje..., ¡está bien!

-¿Estás lista para la práctica?-Preguntó Imperio, mientras bostezaba.

-¡CLARO QUE SÍ!-Respondió la pequeña, gritando de felicidad.

-Muy bien, ¡espérame abajo!, me iré a cambiar, ¡no tardaré tesorito!

Cuando ya todo estuvo listo, Imperio acompañó a su pequeña a los jardines de la Casa Imperial:

-Wow papá, ¡nunca me canso de estos jardines!

-Son enormes, ¡me encantan por su amplio espacio para practicar muchísimas cosas!

-¿Y donde practicaremos?, hay muchísimas estructuras con césped, no hay lugares lisos...

-Claro que los hay mi vida, Justo ahí...-Respondió Imperio, señalando un lugar liso.

-Wow, ¿este lugar es exclusivo para practicar con la katana?

-Si mi pequeña mochi, este sector se hizo para eso..., ahora necesito que te pares en esa esquina...

El gato mayor puso en una esquina a su pequeña y, luego, le puso un casco de esgrima:

-Papá..., me siento muy patética con este casco...-Se quejó La Niña.

-Lo siento amor, pero esto lo tienes que usar obligatoriamente hasta que sepas utilizar bien la katana..., no quiero causarte heridas o algo parecido por ahora...-Contestó el mayor.

-Está bien, me lo dejaré.

Imperio se paró en la punta opuesta a la que estaba su hija y ahí comenzó a explicar:

-Muy bien tesorito, recuerda, siempre mantén la katana arriba cómo modo de defensa y ataque..., tienes que evitar que tu oponente te hiera, ¿ok?

-Si, perfecto, ¿ahora que sigue?-Preguntó tiernamente la pequeña.

-Empezaré a atacar, ¿cómo te defenderías?-Preguntó el gato, empezando a atacarla sutilmente.

La japonesa reaccionó rápido, defendiéndose con la katana y evitando que su padre la tocara con la misma.
Indirectamente, ya estaban entrenando enserio, porque Imperio y Japón estaban demasiado concentrados en evitar ser heridos por la espada.

En un momento, el emperador se pasó de la raya, haciendo que hiera, sin querer, su hija en la parte del brazo izquierdo:

-¡Auch!-Gritó la menor, tapando la herida que estaba sangrando mucho.

-Oh por Dios, ¡hija!, perdóname, ¿te duele mucho?-Preguntó Imperio, desesperado.

-Un..., poco..., me arde y duele...-Se quejó Japón, a punto de llorar.

-Encima está shukketsu ("sangrando") mucho..., yo te curaré...-Dijo el emperador, llevando a su hija en brazos hasta su habitación lo más rápido que pudo.

Cerró la puerta y de inmediato sacó su botiquín de emergencias.

Rápidamente desinfectó su herida y le puso muchísimas vendas para que la sangre dejara de salir.
La pobre niña empezó q sollozar del miedo y dolor, algo que entristeció un poco al mayor, alzándola, poniéndola en su pecho y calmándola:

-*Le seca sus lágrimas*, perdóname princesa, es que..., me pasé..., debí tener mas cuidado...-Se disculpó el mayor, con sus orejas de gato para abajo.

Japón no decía ni una palabra, no era porque estaba enojada, es que el dolor no la dejaba hablar mucho:

-¿Bebé?, por favor contéstame, no estés enojada, perdón...-Se siguió disculpando el mayor, refregando su cara con la de su pequeña.

-Oh..., no es nada pa, no estoy enojada, solo me duele muchísimo la herida, me quiero ir a dormir..., me encantó el entrenamiento de hoy, con el tiempo iré mejorando...

-Buenas noches pequeña, ¡eres la mejor!-Se despidió Imperio.

-Buenas noches papi..., te amo mucho...

-Yo muchísimo más, hermosa mía...

(FIN DEL RECUERDO)

La nena de papá Donde viven las historias. Descúbrelo ahora