Capítulo 42 - No puedo creer haberte encontrado aquí, Vicky.

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Una agradable y calurosa mañana se presentaba en el hermoso Sao Paulo. Eran las 10 cuando Dulce se encontraba en la cafetería elegante del hotel acompañada de un libro sobre sus manos. Caminó hasta una mesa alejada y se sentó allí mientras un mozo le tomaba su pedido. No estaba muy apetitosa y por eso, pidió lo de siempre: café con muffins de chocolate. En la ida del mozo, tomó su libro y lo abrió en donde lo había dejado la última vez que lo leyó. Continuó con la página, concentrándose en la historia hasta que una sombra gigante se asomó en ella. Alza la vista lentamente y eleva una sonrisa amable.

-¿Qué haces aquí? – preguntó.

- Yo me pregunto lo mismo ¿No era que siempre pedias los desayunos en tu habitación? – dijo Poncho frunciendo el ceño.

-Pues hoy hice la excepción – respondió interesante. – Siéntate – le indicó la silla de enfrente. - ¿Ya has desayunado? – lo miró.

Sentándose en la silla, respondió – Esa es la razón por la cual estoy aquí – alzó las cejas con una sonrisa divertida.

-Ya… - murmuró. – Bueno, allá viene el mozo con lo mío. – comentó.

-Señorita – dijo el mozo colocando su desayuno en la mesa. Giró la cabeza hacia Poncho. - ¿Señor, qué le puedo servir? -.

- Un café y tres medialunas, por favor – ordenó amablemente.

- Enseguida – dijo y se fue de allí al instante.

Entrelazó sus manos sobre la mesa y miró a Dulce. - ¿Y bien, ardilla? – preguntó.

Alzó la vista hacia Poncho y frunció el ceño, desentendida mientras colocaba una cucharada de azúcar a su café. – Yo estoy bien ¿tu? – musitó.

-¿Por qué esos ojos no me dicen lo mismo? – arrugó los labios.

Tomó la taza con ambas manos y se la llevó a la boca dándole un sorbo pequeño a su café. - ¿Acaso ahora sabes lo que dicen los ojos? – dijo enarcando una ceja.

-Pues no me declaro profesional pero… los tuyos los conozco hace mucho y por si solos me cuentan lo que te sucede. – explicó sereno.

- ¿Y qué dicen? – preguntó abrió en grande sus ojos.

– Que estas triste, confundida, desolada… ¿Qué pasa, ardilla? – la observó detenidamente.

Enseguida bajó la mirada y volvió a darle un sorbo a su café a la vez que negaba con la cabeza.

-¿Volvió a pasar algo con Christopher? – disparó y enseguida los ojos de Dulce se clavaron en él. – Porque hasta donde yo sé todo estaba bien… o eso creo – musitó.

Detuvo su mirada en él por unos segundos, intentó encontrar alguna excusa pero al final, sabía que no podía mentirle a Poncho. Bajó la vista y comenzó a bordear con su dedo la taza respirando hondo para hablar.

-Me enteré que terminó con Natalia – susurró, dolida.

- ¿Por ti? – preguntó. Y Dulce asintió con la cabeza. – Pero eso es una buena noticia ¿no? – dijo no muy convencido.

Se mordió el labio inferior y volvió a mirarlo. – No después de que le dije que no podía dañar a Rodrigo y arruinar su vida – respondió con dureza.

Poncho entreabrió los ojos, sorpresivo. - ¿Y luego qué pasó? – preguntó.

Enseguida las palabras de Christopher se hicieron presentes en su cabeza, una punzada fuerte daba en su corazón. Estaba tan dolida que aunque pasaran los días, todo en su interior seguía igual. Negó con la cabeza y trató de desaparecer el nudo de la garganta que la estaba destruyendo. Apretó los ojos y cuando los abrió se encontró con Christopher, quien la miraba fijamente a la vez que entraba a la cafetería. Sus miradas se conectaron como siempre lo hicieron, se sumergían en la necesidad del otro, de sentir al otro. Pero de repente se desvió en un brazo que sujetaba a Christopher cariñosamente, sus ojos caminaron hacia el rostro de aquella persona. Era una mujer. No la conocía pero una brisa de celos corrió en ella fulminándola con la mirada. Era bastante bonita, rubia, alta, de tez blanca y muy voluptuosa, acariciaba suavemente el brazo de Christopher mientras el mozo le indicaba su mesa. No les quitó los ojos de encima ni un segundo. Caballero, le corrió la silla para que luego la rubia se sentara seguido de que él se sentara enfrente de ella. Le sonreía divertido y amable, y de vez en cuando Christopher posaba su mano sobre la de ella.

Volver a ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora