Capítulo 40 - Me decepcionaste, Dulce.

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Tras unas largas 8 horas de viaje, llegaron a su destino: Brasil, Sao Paulo. De a poco el sol se iba escondiendo con una temperatura alta, totalmente diferente a la de México. Entre los nervios y la ansiedad, apenas lograron descansar, tenían noción de lo cansadora que sería aquella semana en el país tropical.

Luego de unos minutos bajaron del avión y se adentraron al aeropuerto encontrándose con la misma situación, repleto de fans y reporteros. Con boinas/gorras y grandes gafas, caminaron lo más rápido que pudieron mientras que los guardaespaldas trataban de alejar a la multitud de gente que había allí. Y era más que lógico, después de 6 años, volver a verlos juntos era una gran sueño. Llegaron hacia la salida y se subieron a la camioneta que los esperaba afuera y sin esperar más, puso rumbo al hotel en que se hospedarían.

Autos, motos, camiones, bicicletas seguían a la camioneta de RBD, gritando, mostrando sus banderas con sus imágenes, tratando de obtener algún contacto con ellos. Amables y sonrientes, saludaban a la gente desde adentro. Estaban felices y sorprendidos, la familia de Brasil aun guardaba su euforia y pasión por ellos. Tal cual como sucedió en el aeropuerto, pasaba en el hotel. Con bruscos movimientos, lograron ingresar.

-Necesito un baño relajante ¡Ya! – exclamó Anahi mientras se acomodaba su pelo, en los intentos de poder tocarla, le jalaron su ropa y su cabello.

- Te hemos dicho que te pongas una gorra… Mira cómo tienes el pelo. – comentó Dulce entre risas.

- Já, já… No me es gracioso Dulce María – se cruzó de brazos y enarcó una ceja.

- Ya niñas, tomen sus llaves y descansen. Los encuentro aquí mañana a las 7 a.m. tenemos entrevista de radio – explicó Pedro a la vez que repartía las llaves. – Nos vemos  – finalizó con una sonrisa.

Los seis asintieron con la cabeza y tomando sus maletas, se dirigieron directo hacia el elevador para llegar a su piso. Estaban exhaustos, deseaban ducharse para quitar todo el cansancio del viaje de sus cuerpos. Dulce fue la primera en llegar a su habitación, dejó sus maletas en el suelo y su bolso de mano sobre la cama. Estaba impresionada de lo lujosa y a la vez tradicional que era la habitación. Caminó lentamente por ella, era inmensa y muy llamativa. La pared era de un color naranja  suave combinando a la perfección con los cuadros sorprendentes que colgaban. Observó atentamente a cada uno, definitivamente eran una obra de arte increíble, y de memoria, se grabó los nombres de los pintores que firmaban cada pintura. Continuó caminando hasta asomarse por el balcón, sólo apenas porque debajo se encontraba una multitud de fans que coreaban sus nombres y observaban atentos hacia el largo edificio. Aunque a veces resultaba un poco pesado, amaba esto. Amaba cantar para miles de personas y en cada una de sus letras dejarles un mensaje, le fascinaba lo fiel que eran sus seguidores, las locuras sanas que serian capaz de hacer por conocerla y conocerlos. Intensos y locos, pensó y una risita graciosa se escapó de ella.

Inspiró profundamente el aire tropical de Brasil y caminó hacia su bolso para tomar una cartera seguido de correr hacia el baño y prepararse el mejor baño relajante de la historia. Mientras la bañera se cargaba a la vez que el lugar se inundaba de perfume jazmín, se paró enfrente del espejo y se observó detenidamente. Su cabello rojo fuego cayó por sus hombros cuando se lo soltó y de su cartera tomó algodón y aplicó una cantidad de crema que luego se esparció por su rostro. Pacientemente y sin quitarse la mirada en el espejo, se fue quitando el maquillaje hasta quedar totalmente con la verdadera Dulce María, con la que muy pocas personas conocía. Sus ojeras, consecuencia de varias noches sin dormir, su cutis blanco como un papel, sus ojos que no tenían ni una pizca de brillo, su luz estaba apagada y la nostalgia vagaba por ellos. Su mente, aturdida de tanto pensar y es que ¿en qué momento creyó que todo estaba bien? ¿Quién dijo que amar era fácil? ¿Cuándo fue que su YO se dejó dominar por el sentimiento de la culpa? ¿Por qué, después de cada confesión, de cada conversación con Christopher, todo se volvía más difícil? Y pensó en él. ¿Se merecía su confusión? Jamás había visto a un Christopher tan decidido, tan directo y luchador por lo que sentía. Y sin embargo, jamás pensó toparse con una Dulce indecisa, histérica e insegura. Después de 6 años era claro el cambio rotundo en ambos.

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