Capítulo 38 - ¿Estas bien?.

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Anahi y Christian decidieron ir a sus habitaciones a descansar hasta las próximas entrevistas que se realizarían en un par de horas. Anahi se duchó lo más rápido que pudo y envuelta con una toalla, decidió llamar a su prometido. Hacía días que no hablaban. El tiempo de ambos era tomado por tanto trabajo. Repicó y repicó pero no obtenía respuesta, por ende decidió dejarle un mensaje.

-Amor, te he estado marcando varias veces, cuando puedas devuélveme la llamada. Te quiero. – y colgó.

Y así, cayó pesadamente hacia su cama. Hacía mucho tiempo que no sentía lo que era la adrenalina y el cansancio que generaba realizar un show, los millones de sentimientos que su alma experimentaba cuando estaba arriba de un escenario. Hace dos años y medio había dado un descanso a su carrera dedicándose llanamente a apoyar a su prometido en la política pero nada le daba tanta felicidad como cantar y bailar frente a miles de personas, de fans que la apoyaban incondicionalmente. Cerró los ojos y revivió en su cuerpo y en su mente el show de la noche anterior. La magia seguía intacta, la fidelidad también. Podrían pasar años pero todo estaba tal cual cuando cantaba. Increíblemente perfecto.

Tres golpes leves a la puerta, la despertaron del recuerdo. Caminó rápidamente hacia la puerta y antes de abrirla miro por el agujero, la cara de Poncho se hacía visible.se sujetó aun más la toalla y con una sonrisa en el rostro, abrió.

Sus ojos se abrieron al ver a Anahi totalmente diferente y semidesnuda. Bueno, estaba sin maquillaje con el pelo suelto, mojado cayendo sobre sus hombros desnudos. Su mirada siguió bajando hasta encontrarse con unas suaves piernas. Se atragantó y tosió fuerte. – Lo siento guera, vuelvo enseguida – intentó irse pero Anahi lo frenó tomándolo del brazo.

- No te preocupes güero – le sonrió - ¿A qué se debe tu visita? – preguntó.

Con disimulo, pasó su mano por su barba de tres días y soltó un suspiro. Verla así lo ponía nervioso, no sabía por qué. – Pues… quería pasar el rato contigo si es que no estás ocupada o algo – se excusó.

Soltó una risita al verlo nervioso. – Ya, güero. Pasa mientras yo me cambio – se puso a un costado para permitirle el paso.

-¿Segura que no estás ocupada no? – insistió nuevamente mientras se adentraba a la habitación de Anahi.

Cerró la puerta detrás de ella y se encaminó hacia el baño. – Claro que no, ahora vengo – gritó.

¿Por qué salió a abrirme así? Pensó y se recostó en el sillón que había a un costado. Es mi guera pero soy un hombre, sus pensamientos lo atormentaban. Aunque estaba seguro que entre ella y él solo existía un cariño de hermanos, no podía evitar sentir escalofríos por su espalda al verla así, semidesnuda. Razonó con la idea de que hacía mucho no estaba con una mujer, quizás sus hormonas estaban alborotadas pero luego se rió de sus ocurrencias. Trató de tranquilizarse y esperó por ella en el sillón.

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Sentados sobre el borde de la cama, Christopher pasaba un brazo sobre el cuello de Dulce y la atraía hacia él. Lentamente, Dulce se recostó sobre el pecho de Christopher mientras el silencio abundaba el lugar. Después de un apasionado y sentido beso que había sellado sus confesiones, ninguno había dicho una palabra. Seguían sumergidos en sus pensamientos, en la realidad que los desbordaba, que no los dejaba tranquilos. Sabían que tenían que hablar de aquello pero ninguno se animaba a arrojar la piedra. Varios minutos corrieron cuando Christopher decidió hablar, estaba listo para cualquier respuesta o situación.

 Acariciando suavemente el brazo de Dulce, habló – ¿Te puedo preguntar algo? –.

Aun recostada sobre su pecho, escuchando cómo latía su corazón, asintió con la cabeza. Sabía cuál sería la pregunta de Christopher, sabía a dónde iría a parar todo. Pero también estaba lista, dejaron expuestos sus sentimientos, ahora era el momento de dejar expuestos sus pensamientos y decisiones.

Volver a ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora