Capítulo 37 - ¿Tu me amas tanto como yo te amo a ti?

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-Este es el último – dijo alzando su copa de vino blanco y le dio un sorbo vaciando su interior totalmente. - Pediré agua porque el vino hará que mi cansancio sea más fuerte. – comentó Anahi mientras se paraba de su silla. – Ahorita vengo – comenzó a caminar hacia la barra.

Christopher tenía la mirada hacia su plato medio lleno, apenas había probado bocado de lo que pidió. La cabeza lo atoraba de tantos pensamientos, de dudas, de culpa y de necesidad. La necesidad de hablar con Dulce. Estaba fuera de la realidad, sumergido en intentos de recordar aquella noche, de saber que había lastimado a Dulce… su dolor se retorcía más en su interior. ¿Cómo diablos pude hacerlo? Pensó. Se regañaba, se odiaba, se sentía la peor basura del mundo. ¿En qué pensó cuando quiso tocar a Dulce? Es que no cabían las dudas, estaba muriendo.

-Lo siento – musitó Christian, quien estaba enfrente de él, mirándolo fijamente.

Christopher salió de sus pensamientos para alzar la vista y mirar a su compañero con el ceño fruncido. ¿Por qué le estaba pidiendo perdón?

-Te juzgué sin haber sabido la verdad. – Continuó - Lo siento, de verdad. – volvió a disculparse.

Y comprendió todo. Luego de contarle su separación definitiva con Natalia y el gran amor que sentía por Dulce, Christian se sentía apenado y arrepentido de haberlo tratado mal y de decirle unas cuantas cosas. Pero era entendible, la amistad que conserva Christian con Natalia es maravillosa, son mejores amigos y podría decirse que más que eso, son como hermanos. Y su reacción tenía sentido. - No te preocupes – expresó con una media sonrisa dibujada en su rostro.

-Volví – exclamó Anahi mientras abría su botella de agua. Le dio un pequeño sorbo mientras observaba a sus amigos serios y pensativos. - ¿Me perdí de algo? – preguntó con el ceño fruncido.

Christian la miró y negó con la cabeza. Volvió su mirada hacia Christopher y soltó un suspiro – Ve a hablar con Dulce, deja de perder tiempo. – ordenó.

Christopher volvió a mirarlo y analizó lo dicho. Si, ya era el momento de hablar. Bastante había sufrido toda la mañana viéndola abrazada con Poncho, conociendo su mirada perdida en la tristeza y su palidez, consecuencia de tanto stress y fuertes emociones que solo él le había causado. Se rascó levemente la frente con las yemas de los dedos y cuando al fin reunió todo el valor que necesitaba, se levantó de su asiento dispuesto a hablar con ella de una vez por todas. Antes de salir del restaurante, giró a ver a sus amigos quienes le sonreían y le deseaban suerte.

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-¿Qué haría sin ti, Poncho? – con una sonrisa, apretó su mano.

- Soy tu amigo, ardilla. Y lo que más me importa es tu bienestar y felicidad – confesó con un guiño de ojo.

- Todo este regreso tuvo su buena parte… Tú – dijo mientras se inclinaba hacia él y le tomaba una mejilla.

Se levantó de su silla tomando la mano que apretaba su mejilla y estiró de Dulce para estrecharla en sus brazos. Dulce rodeó la cintura de Poncho y lo abrazó con fuerzas, cuánto necesitaba un consuelo, una caricia amiga que la tranquilizara y le asegurara que todo iría bien. Y Poncho era la mejor opción. Éste apoyó su cabeza sobre la de Dulce y acarició suavemente su espalda dándole seguridad, protección y tranquilidad. Lo justo y necesario para Dulce.

-Gracias Poncho – musitó sobre su pecho.

- Eres una ardilla muy fuerte – sinceró.

Dulce sonrió y se apretó más a su pecho, estaba cómoda y tranquila. Así estuvieron por unos minutos hasta que unos leves golpes a la puerta, los obligó a separarse.

Volver a ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora