|| En edición ||
Cassiopeia lo observaba distante e indiferente en su lugar, en su expresión mostraba perfectamente su humor respecto a los acontecimientos. Así mismo, el rubio que amaba hacerla enloquecer se cubría los labios con miedo a soltar una...
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Había perdido la cuenta de las veces en las que su mente decidía que alimentarse no era una buena idea. En dónde comer le resultaba asqueroso, innecesario para su día. Una sabor desagradable se le venía en la boca, evitando cualquier bocado.
—Son papas fritas.
—No tengo hambre.
—Tienes que comer, ni tocaste tu desayuno. —El rubio persevera con su alimentación, viéndose ansioso—. Y me esforcé en prepararte ese licuado de arándanos.
—Comeré después.
—Nunca rechazas papas fritas.
—Me da asco.
—Cassiopeia.
—Estoy llena.
—Preciosa.
—No insistas más, no tengo hambre. —Encoge los hombros, volteándose cuando aquel intentó meter el tenedor en su boca. Hace una mueca, cambiando de tema—Me preocupa la señora Lara.
Su comportamiento se volvió hostil desde la mañana en el que anunciaron la muerte del pescador, llamando la atención de la más pequeña de la casa. Ella no dudó en ir hacia el muelle con sus amigos, después de todo, la familia del mencionado estaba relacionado a ellos.
Lara recibe el cuerpo de su esposo, derrumbándose por completo.
Cassiopeia muerde su labio inferior, —Lo siento, guárdenlas para después.
—¿Quieres algo más?
—No, gracias. —dice sin mover la mirada.
Noah Grubbs es el único nombre que circulaba en su mente.
—¿Estás pensando en...
—Sí.
—¿Cuánto ha pasado?
—Seis años y tres meses.
—Pobre señora Lara, es muy fuerte.
—¿Debería?
Él asiente, sosteniendo su bolso pequeño tejido a mano mientras la veía caminar por el puente hasta reencontrarse con la mujer mayor. Siente la presencia de su mejor amigo pecoso a su lado, suspirando.
