La tristesse du Diable [✓]

Capítulo 30 (+)

LA TRISTESSE DU DIABLE

"FLEURS"

LADO B

"PERDRE"

Beatriz:
Creo que las copas se me han subido a la cabeza porque no dejo de pensar en las ganas que tengo de pedirle que en realidad no se vaya.

Que tonta.

Desde que me ha mencionado lo de la chica no he dejado de pensarlo, digo, hasta he tenido sueños sobre eso.
Creo que tiene algo que ver con el estrés.

Julián volvió, y me grito un buen rato antes de irse.
Tiene razón, pero no me duele perderlo.

Deus, ni siquiera sé que estoy pensando.

—Espera, espera, tienes chocolate en la nariz —me pasa el pulgar por la cara y mi piel reacciona de una forma diferente a su tacto.

Creo que...el alcohol me vuelve loca, pero, lo deseo.

—¿Y qué pasa si pongo chocolate en tu camisa? —pregunto.

—Nunca se saldría después —menea las cejas.
—¿Qué?
—No sé.
—Dime —solo quiero que lo diga, no sé por qué.
—Que no lo sé —vuelve a poner chocolate sobre mi cara y sale corriendo.

—Ey —lo acorralo y queda contra la pared—. Limpiarlo, ahora.
—¿Cómo? Mis manos también tienen chocolate.
—Averígualo.

Sonríe y se acerca con lentitud a mi rostro para soltar un beso demasiado corto para mi gusto.

A la mierda Julián.
Ya no importa más.

Si, a la mierda.

Relame sus labios y eso me da escalofríos.

—¿Así?

No puedo controlarme, lo beso sin cuidado alguno y corresponde.
Sus labios saben incluso mejor que la primera vez que lo bese.

Meto mis manos bajo su camisa y sus suspiros se cuelan en mis oídos.

Meu deus...

Sostiene mi rostro entre sus manos y su tacto me enloquece.
Su olor me enloquece.
Su barba rozando mi piel me enloquece.

Todo él me enloquece.

Termino de desabotonar su camisa y lamentablemente tengo que separarme de sus labios para terminar la tarea, lo lamento mucho.

Lo veo tragar duro y sonrió un poco antes de que sus besos terminen en mi cuello.
No sé si vamos demasiado lento o qué, pero realmente tengo que ser yo quien toma sus manos y las pongo tras mi espalda para que termine con mi ropa también.

Baja los breteles con lentitud dejando que su piel roce la mía con delicadeza, eso me encanta y siento que necesito más.

Doy pasos atrás con cuidado mientras él me sostiene la mirada como si mis ojos fuesen una vista más interesante que mi piel descubierta.
La idea me genera una especie de ternura que en otro momento podría hacerme llorar.

Empujo el sentimiento a otro lado.
Ya me ocuparé de él después.

Me siento en la cama y cruzo mis piernas mientras enrulo un mechón de mi cabello tratando de parecer bonita.

—Ven hasta mí —hago una seña con mis dedos y vuelve a relamerse los labios.

De repente a mí también se me seca la garganta.