Capítulo 27

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LA TRISTESSE DU DIABLE

"ENVIE"

Beatriz:
Busco información por todos lados, toda la noche, en el trabajo, antes de irme, y no encuentro suficiente.

Hay sitios que intento traducir, que mencionan vagamente que Manuel y ¿Clara? Quedaron a nada del segundo lugar, pero que la gente los rescató varias veces.
No más.

¿Qué le pasa a los franceses y sus notas sobre reallities?
Si esto fuese aquí ya habrían escrito doscientos fanfic's de ellos como pareja, teniendo hijos y esas cosas, solo por bailar juntos.

¿Por qué ninguna dice dónde se conocieron? ¿O quién era ella completamente?
¿Por qué nadie habla de la otra parte de la pareja?

Todos hablan sobre él. Sobre cuándo participó en un DALS, sobre cuándo se retiró del concurso antes de las finales, sobre cuándo canceló sus fechas de presentaciones en Francia.

Mierda.
Eso me molesta.

¿Por qué mi madre no me obligó a estudiar francés mientras iba a la escuela? Eso me habría sido útil ahora.

—Estuviste toda la mañana en eso.
—¡Julián! Ni siquiera te escuché entrar.
—Por eso te digo, estuviste toda la mañana en eso ¿Qué haces?
—Trabajo.

Siento su aliento cerca de mi oreja y lo veo de reojo acercarse a la pantalla.

—¿En otro idioma?
—Es francés.
—Como tú profesor ¿No?
—¿No te dije ya que mi trabajo es sobre él?
—¿Ah sí?

Genial.
Aquí viene otra escenita para la que no tengo tiempo.

—Si Julián ¿O qué creías? ¿Qué me paso el tiempo con él porque me lo quiero tirar?
—¿Y no querés?
—¿Debería?

Gira la silla y pone sus manos sobre los lados para mirarme directo a los ojos.
Creo que no habrá escenita...

—No sé, decime vos.
—No seas tonto —me levanto para besarlo y sonríe sobre mis labios— Sabés que esto es importante para mi trabajo, muy importante.
—No hace falta que trabajes.

Intento tragarme el sabor amargo de esa frase, es una de sus favoritas, y quisiera no saber porque lo dice tanto, pero sí sé. Sé que cree que soy mediocre por no tenér una carrera como él, no sé si recuerda que pudo estudiar gracias al trabajo de esta mediocre que lo ayudó a no tener que pasar tantas horas fuera de casa.

—Cállate —le desabrocho la camisa y se ríe.
—¿Me prometes que no pasa nada con ese idiota?
—Lo prometo.

Y entonces recuerdo como sus manos en mi cintura dispararon eso dentro de mí, y cómo no podía alejarme de sus labios.
Y el pensamiento tiene vida propia.

Pienso.

Ojalá estuviera besándolo a él.

—Genial, bonita. 

La tristesse du Diable [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora