Escena extra

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ESCENA EXTRA

Lyon, Francia.2027

—Estamos listos para terminar la clase, entonces —los niños empiezan a aplaudir, y me causa gracia— Hora de las preguntas —muchos alzan la mano a la vez —. A ver... ¡Theodore!
—¿Por qué siempre trae esos lentes?
—Es una historia horrible, no sé si quieran saber.
—¡Si queremos!
—Que conste niños, yo se los advertí.
—¡Que cuente! ¡Que cuente! ¡Que cuente!

—Es porque... ¡Es porque en realidad no tengo ojos!
—¡Ay no! —algunos parecen asustarse en serio y otros se echan a reír. Yo también me río.
—Queremos ver —Hellena, esa niña y sus cosas— ¡Queremos ver!
—No quieren.
—Si profe, si queremos.
—Bueno —pongo una mano sobre el marco y espero: uno, dos, tres. El timbre los asusta otra vez —Ay, ya nos vamos.
—¡Profe!
—Nos vemos mañana niños, no vengan sin sus deberes.

Camino hasta la puerta mientras D entra acomodando su bolso.

—Hasta mañana, Manuel.
—Hasta mañana D.

Bien, hora de ir a casa.

***

Retiro mis fotocopias y compro un café antes de ir a la estación del metro. Pienso que debería buscar algún regalo para Cam.

Era más fácil cuándo era un bebé que solo babeaba las cosas, ahora necesita algo que en realidad le guste, y además, dure al menos dos días en sus manos.
Soledad dice que por eso es un capricho.

No lo veo lo suficientemente seguido para que puedan culparme.

Algo me choca los tobillos, y volteo, para encontrarme con un carro pequeño parado a mis pies.

—Oh non, eso es mío. Perdón.

Una niña se acerca corriendo y yo solo me quedo tildado en su buen español.
Tiene que ser de otro lado.

—Merci.

Me suelta cuándo no respondo a sus disculpas, supongo que cree que no le he entendido. Solo consigue sorprenderme más.
Es muy pequeña para hablar dos idiomas.

Corre lejos de mí, no muy lejos, realmente, y no puedo evitar que la escena me arranque una pequeña sonrisa.
Es que de la nada pienso en mis alumnos y en como tardé días en enseñarles a pronunciar algo bien para una presentación a los padres.
Todos nos reímos mucho.

Alzo la mirada y su imagen me deja perplejo, como una piedra.
De repente todos mis músculos están rígidos e incontrolables.

Beatriz.
Es Beatriz.

Trae un vestido azul, lleno de flores.

«La chica del vestido de flores»

El apodo me hace eco en la cabeza.
Han pasado muchos años, no sé si suficientes, muchos, nada más.

La pequeña castaña regresa tras ella y sonríe al verme.

—Mamá, él me entendió.

Se me descontrola el corazón.
Tengo la boca tan seca que tengo que humedecerme los labios varias veces.

No sé bien qué hacer.

—Manuel... —su voz delata su sorpresa.

Está tan, o más, impactada que yo. Sin embargo, es ella quien trae a una niña tras ella llamándola "mamá"

Ha seguido adelante.

Y yo, yo no puedo mirarla a los ojos sin que el dolor de su traición se me dispare en el pecho.

—Beatriz.

Asiento.
Es lo único que puedo hacer.

—Sabe tu nombre, mamá.

La niña tira de su vestido con insistencia, quiere que su madre le devuelva su atención.

—Si.
—¿Lo conoces?
—Claire.

Su nombre me pone frio.
¿Claire?

—Vamos a llegar tarde.
—Pero ¿Quién es?
—Sh —la toma en brazos y le acomoda el cabello para darse la vuelta.

No dice adiós.
Y yo no digo nada, porque no tengo palabras. 

La tristesse du Diable [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora