Kim Sihyeon se niega a aceptar lo que siente por su inexperta mejor amiga Park Jiwon, hasta el día en que aparece el capitán del equipo de básquetbol.
Ambas se encontrarán en una redada de sentimientos que les hará darse cuenta que son más cercanas...
Serim se plantó frente a la puerta de los vestidores femeninos, las chicas salían en parejas, riendo y susurrando entre sí después de ver a la solitaria pelinegra con su libro verde en la mano.
No se atrevía a entrar, así que se dispuso a esperar por su mayor ahí mismo.
Nunca salió.
Algo dentro de ella le dio fuerzas suficiente para posar su mano sobre la manija. Respiro hondo y con los nervios de acero que logró acumular entro a los vestidores.
Paso entre los casilleros, no muy lejos logró visualizar una silueta familiar.
Cuando iba a acercarse vio como la chica se quitaba la camiseta blanca del uniforme de educación física. Tal imagen impacto en su espina dorsal de tal forma que, sin darse cuenta, ahora yacía escondida detrás de unos casilleros.
El rojo de sus mejillas era intenso. Verla así la hizo desfallecer, se desplomó en el suelo mientras sus nervios se volvían suaves latidos y risitas imperceptibles.
— ¿Quién anda ahí?
Serim salió de golpe de su fantasía tras escuchar la voz autoritaria de su amiga.
— ¡Salga!
Se puso de pie e hizo ejercicios de respiración tenues antes de presentarse ante la chica de pelo corto.
— Ho-hola Mia. — saludo con la voz entrecortada y las manos temblorosas.
— ¡Onda!
Mia se estaba tapando con la misma camiseta blanca y sostenía un spray de gas pimienta con el que pretendía defenderse del pervertido que creía que la estaba observando.
— Casi me matas de un susto.
— Lo siento, yo...
— No te preocupes. ¿Comemos juntas? — preguntó con una sonrisa.
— S-sí.
— Okay. Solo deja término de vestirme, esperame tantito.
Mia le dio la espalda para removerse el sostén deportivo que traía puesto.
La chica mantenía un espejo prensado en la puerta de su casillero, que expuso su pecho a la persona detrás de ella.
A la menor se le vinieron todos los colores al rostro.
Serim no despegaba sus ojos del espejo, mucho menos al verla ponerse un precioso sostén de encaje negro que saco de su casillero.
Derrepente veía borroso, su subconsciente le ordenaba que apartara la mirada, pero sus deseos la mantenían pegada a aquella imagen prohibida.
— Quiero pizza.
La suave voz de Mia la hizo salir de su trance. Se dio la vuelta a la velocidad de la luz, y escondió su rostro en el libro que cargaba.
— Yo-yo también jaja.
— Entonces, yo invitó.
— N-no yo em... Uff ¿No hace calor aquí?
— ¿Tienes calor? Puedo comprarte un helado si quieres.
— No... No te preocupes yo...
Su mayor la interrumpió acariciandole el cabello.
— ¿Estas bien?
Los ojos de la pelinegra brillaron al juntar miradas con su contraria.
Admiro su tez blanca, su cabello rubio que le llegaba hasta los hombros, sus rojizos labios, y sus hermosos ojos.
— Sí, estoy bien. — respondió tranquilamente.
— Bueno, entonces vámonos. Me muero del hambre. — Mia rodeó a su menor con el brazo y se dirigieron a la salida.
Onda siempre había admirado a Han Eunji. ¿Como no hacerlo? Era la estudiante estrella del curso, capitana del equipo de básquetbol, cantaba como un ángel, y lo más importante, era su mejor amiga.
No hace mucho se dió cuenta que le gustaba... bueno, que le encantaba... que se derretía con solo verla.
Sabía que era un amor imposible, ya que, desgraciadamente, a Mia le gustaban los hombres, pero eso no detendría a Jo Serim.
Mia siempre había estado ahí para ella, cuando necesitaba una tutoría, o un simple favor, o que le diera una golpiza a alguien.
Eunji fue la única que se digno a defenderla cuando toda la escuela la acosaba por ser lesbiana. Nunca le negó una ayuda, y jamás la dejó sola, y ella no lo haría tampoco.
Y estaba dispuesta a lo que fuera, hasta lo que no estuviera a su alcancé, para enamorarla.
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En este universo Mia es más alta que Onda.
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