Kim Sihyeon se niega a aceptar lo que siente por su inexperta mejor amiga Park Jiwon, hasta el día en que aparece el capitán del equipo de básquetbol.
Ambas se encontrarán en una redada de sentimientos que les hará darse cuenta que son más cercanas...
La supernova es la fase terminal en la vida de una estrella. Una de las más luminosas y brillantes etapas. Normalmente era utilizado como un término poético pero en esos momentos Jiwon solo podía sentir el ardor de ese brillo.
La culpa la estaba carcomiendo.
No encontraba una manera de pedir disculpas, u otra forma para suplicar perdón.
No quería hacerlo de esa patética forma, poniendo a Sihyeon en esa posición tan incómoda.
Pero sus labios la traicionaron, los labios que mantenían el sabor a Sihyeon entre sus comisuras.
Quería verla.
Verla de verdad.
Amaba poder tener un vistazo de ella durante sus prácticas, esperanzada. Se esforzaba el doble cada vez que sentía su presencia incorporarse a la cancha. Le ayudaba a mantener la mente ocupada, pero era muy diferente cuando regresaba al aislamiento de su hogar para sobrellevar su ausencia.
Las noches de desveló que pasaba pensando en Sihyeon era más que recurrentes.
La manera tan fría en la que la había dejado varada la seguía atormentando.
Porque no importaba cuantas excusas buscara siempre terminaba en una misma conclusión: se lo merecía.
Se lo merecía por haber reprimido tanto tiempo algo que Sihyeon solamente deseaba que fuera recíproco.
Por haberse tardado tanto en descifrar sus sentimientos por la chica que había estado a su lado desde que tiene uso de razón.
Por como había ignorado cada detalle en los movimientos de la menor, en los destellos de su mirada, en el amor que emanaba su rostro.
Pero no hay peor ciego que el no quiere ver. Ni peor dolor que cuando comienza a observar.
Solo podía pensar en la silueta de Sihyeon. En la manera en cómo sus cabellos se deslizan sobre sus hombros hasta su pecho, en el ardor de su mirada, en el color de sus labios.
Había perdido tanto.
Se había agotado su tiempo.
Era tarde y lo sabía.
Y era todo su culpa. No importaba cuanto intentara enmendar las cosas, seguiría siendo su culpa.
Era una cobarde pero no iba a rendirse.
Se lo debía.
Se lo debía a ella misma, y mucho más importante, a Kim Sihyeon.
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