Kim Sihyeon se niega a aceptar lo que siente por su inexperta mejor amiga Park Jiwon, hasta el día en que aparece el capitán del equipo de básquetbol.
Ambas se encontrarán en una redada de sentimientos que les hará darse cuenta que son más cercanas...
Sihyeon entrelazó su brazo con el de la pelinegra al salir del aula, tenía la intención de dirigirse a la cafetería para almorzar con ella.
Deseaba confesar todo.
Era consciente de que guardarselo para sí misma había dejado de ser una opción hace mucho. Necesitaba sacarlo de su pecho, pero también reconocía que sería un movimiento desesperado para pedir ayuda.
Su agarre se tensó, lo que hizo que la menor soltará un quejido.
— Lo siento.
— Unnie — dijo. — Me tengo que ir.
— Oh. Quería saber si podíamos almorzar juntas.
— Pues le prometí a una amiga que comería con ella, pero si quieres puedes comer con nosotras.
Sihyeon lo pensó rápidamente, pero concluyó que hacer mal tercio no era conveniente en ese momento.
— No te preocupes, esta bien.
— ¿Segura?
— Sí, tranquila.
Soltó a la menor y esta corrió hacia una chica alta de cabello corto y rubia que guardaba sus cosas en los casillero.
Alcanzó a ver como las mejillas de la pelinegra se enrojecian y como sus ojos brillaban cada vez que alzaba la mirada para encontrarse con los de la rubia.
Sihyeon amplió la vista al percatarse de lo que sucedía.
— Suerte, Jo Serim. — murmuró, con una sonrisa.
Giró en sus talones para entrar de nuevo al aula y permanecer ahí durante el resto del recreo. Intentaría organizar el desorden que continuaba esparciendose en sus adentros, pero un brusco jaloneo cambio su trayectoria.
No lograba visualizar a la persona que se había apoderado de su muñeca, estaba más concentrada en mantener el equilibrio mientras se escabullía torpemente entre los estudiantes que llenaban el pasillo.
Después del aparatoso recorrido, ambas entraron al baño. Park Jiwon puso a su amiga contra la pared mientras esta trataba de descifrar la mirada de la rubia.
La emoción en el rostro de la mayor era más que evidente, al igual que la molestia en el semblante de la castaña.
— ¿Qué te pasa? — preguntó — Me estas asustando Jiwon.
— Adivina.
La menor volteó los ojos ya que no le gustaba insistir en estos juegos.
— A d i v i n a.
— ¿Tienes un nuevo celular o algo?
La rubia negó con la cabeza rápidamente para que su amiga continuará intentando.
— ¿Te compraron un cachorro?
Negó de nuevo.
— ¿Qué es Jiwon?
La mencionada solo extendió su sonrisa aún más, transmitiendo con la mirada lo obvio que era.
Sihyeon trago en seco, inmóvil. No era capaz de pronunciar aquello que tanto temía y prefirió esperar a que su mayor lo confesará.
— Seoho me pidió ser su novia.
La emoción en su voz la aniquiló más que la declaración que acaba de pronunciar.
— ¿Y le dijiste que sí? — preguntó, apagada y cabizbaja.
— ¡Sí! — exclamó con entusiasmos — Quería que fueras la primera en saber. — admitió mientras sostenía sus manos, eufórica.
El orgullo la obligó a levantar la mirada y forjar una fachada lo suficientemente convincente para hacer creer a su amiga que se sentía feliz por su nueva relación.
Decidió no decir nada porque sabía que su voz se quebraría. Se limitó a sonreír; pero al sentir las lágrimas cristalizarle la vista la abrazó lo más fuerte que pudo para que no viera sus escombros a través de sus ojos.
La sostenía en brazos, pero sintió que ya la había perdido.
Y padeció el dolor de estar tan lejos de alguien a quién escuchas respirar.
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