· cɑpítulo 40 ·

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Al llegar al arboreto de Hongneung el grupo se mantuvo dividido. Los hombres recibirían la charla por parte de Moon y a las mujeres se las repartiría Yongsun.

A pesar de enseñar educación física, la entrenadora Moon sabía al pie de la letra todo lo que se necesitaba saber para dar una clase de botánica exitosa, debido a todas las horas que pasaba con la señorita Kim, solo escuchandola.

Sus formas de dar cátedra diferían sobremanera. La maestra Moon era estricta en todo sentido, se aseguraba de contar a los estudiantes constantemente, hacia preguntas, y explicaba con la atención puesta en el alumnado; la profesora Kim, por otro lado, era relajada, decía que la naturaleza solo se podia entender enseñandola con la misma paz que transmitía, hablaba señalando cada planta que se le cruzaba, daba saltos en vez de pasos y se distraía fácilmente con los animales que se le cruzaban en el camino. Distracciones que las estudiantes aprovechaban para evadir brevemente la clase.

Mia y Serim fueron las primeras en separarse del grupo, cuando la mayor tomó la mano de la pelinegra para ver un diminuto jardín rebosante de dientes de león. Se recostaron en la grama para estar al mismo nivel de las blancas plantitas y poder apreciarlas de manera favorable.

— Pide un deseo. — dijo la menor arrancando uno para Eunji.

— ¿Bromeas? ¡Son muchos! — exclamó —. Cierra los ojos y pide cuantos deseos puedas, así los soplamos todos, juntas. ¿De acuerdo?

— ¡De acuerdo! — respondió, obedeciendo a la contraria.

Hubo un acogedor y corto silencio antes de que la mayor tomará la palabra.

— ¿Lista? — Onda asintió con la emoción plasmada en sus ojos —. Uno, dos, ¡tres!

Soplaron las flores del jardincillo como si fueran velas de cumpleaños; admiraban los vilanos bailar al son de la brisa, mientras volteaban sus cuerpos para ver mejor como los pétalos se mudaban al cielo, importandoles poco sus ropas.

— ¿Cuantos deseos pediste? — preguntó la menor, haciendo que la pelicorta volteara hacia ella.

— No lo sé — contestó —, demasiados. ¿Y tú?

— Sólo uno. — musitó sonriendo.

— ¿Qué? ¿Por qué? Soplaste muchos...

Serim no apartó los ojos del firmamento, veía el hermoso espectáculo que habían creado irse con el viento al igual que sus anhelos — Por qué ese deseo cumplirá todos los demás. — suspiró, con un sutil enrojecimiento asomándose a sus mejillas, mientras evitaba hacer contacto visual con la mayor.

Tel vez su deseo encontraría el camino de regreso, hecho realidad.

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⠀𝑱𝒂𝒓𝒅𝒊𝒏 𝒅𝒆 𝑺𝒖𝒔𝒑𝒊𝒓𝒐𝒔 ִֶָ  𝐸𝑣𝑒𝑟𝑔𝑙𝑜𝑤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora