2

21 10 0
                                    

Alexandra

Era un día lluvioso, completamente apagado, cosa que extrañamente me gustaba.

Había estado leyendo durante horas de forma tranquila, al menos hasta que recordé que debía comenzar un trabajo para clase.

El obstáculo fue que había prestado mi ordenador portátil unos días antes.

Mi mejor amigo lo tenía. Él era el único amigo que se mantenía en mi vida después de todo el caos que últimamente había ocurrido.

Él también lo había necesitado y el suyo estaba estropeado por ello me ofrecí a dejárselo.

Y tonta de mi que lo había olvidado por completo.

Cerré el libro y decidí mandarle un mensaje, en parte para que me lo devolviera y en parte porque me ayudaba.

Me apetecía estar con él. Necesitaba distraerme de mis propios pensamientos antes de que me abrumaran por completo.

"¿Estás ocupado?" Decía mi mensaje.

No tardó mucho en responder con un mensaje negativo. En él, comentamos que quedaríamos al día siguiente, acordando la hora y el lugar.

También me había advertido que quería conversar conmigo de algo.

Nos quedamos hablando un rato más, poniéndonos un poco al día de todo a pesar de que apenas llevábamos un par de días sin vernos y en unas horas hubiésemos quedado.

Al día siguiente nos reunimos en un pequeño parque de nuestra ciudad, aquel que considerábamos nuestro parque debido a los momentos que teníamos en él desde la infancia.

- Alexandra, no puedo seguir viendo como te auto destruyes de este modo, mírate en un espejo, pequeña. Cada vez estás más triste - suspiró tras minutos hablando de temas más variados. - Lo siento, Alexa pero no, te quiero, y lo sabes, pero no puedo seguir de brazos cruzados mientras tú te alejas cada vez más. No puedo permitirlo más. No podré evitar que lo hagas, porque se que puedes detenerlo. Pero yo no puedo ver como poco a poco dejas de existir. Espero que te pongas en mi lugar. Espero que me entiendas al menos por esta vez. Solo quiero que me permitas ayudarte.

Me quedé callada. Era consciente de que lo que mi mejor amigo pedía no era una locura. Era algo que yo debía darle.

- Lo siento - murmuré.

Erick suspiró y acarició mi rostro.

- Lo sé.

Hubo un pequeño silencio antes de que él agregase:

- Mañana te devolveré el portátil, pero tengo un pequeño inconveniente.
- No te preocupes, el trabajo tiene de plazo hasta dentro de dos semanas - admití después de haberlo revisado.
- Para mañana habré acabado con él - afirmó a lo que yo asentí en respuesta. - Pero, insisto, hay un pequeño detalle.

Fruncí el ceño.

- ¿Cuál?
- Que yo no te lo daré - soltó a modo de ultimátum.

Puse una mueca sin comprender.

- ¿Entonces? - pregunté.
- Entonces te lo dará un amigo mío - fue su corta respuesta antes de apretarme contra su hombro.
- ¿Quién? - pregunté curiosa ante el chico recientemente mencionado.

El amor y sus consecuencias [Consecuencias I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora