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Alexandra

La mañana de clases había resultado extremadamente tranquila.

Cuando tras varias horas llegué finalmente a casa, leí la nota que mis padres me habían dejado avisándome de que probablemente volvieran bastante tarde. Así que no debía esperarles ni para comer ni para cenar.

Estaría sola todo el día, sin nada que hacer.

Hice lo que la mayoría del tiempo hacía, salir al balcón a leer.

Cuando escuché pasos en la acera, alcé la vista y pude ver a Erick, quien pese a chistarle y silbarle, no se enteró de mi presencia.

Pensé que vendría a mi casa por un momento, pero por contrario iba a casa de Eros.

Ya que no me escuchaba, decidí que lo más sensato y racional sería tirarle algo.

Tenia una lata al alcance de la mano, debido a estar bebiendo su contenido hacía apenas unos momentos.

Como pensé que estaba terminada, se la lancé. Repito, pensé que lo estaba.

Se la tiré apuntando a la cabeza y acerté en el tiro. Razón por la cual agradecí internamente mi buena puntería y la poca distancia a la que él se encontraba de mi balcón.

Erick, enfadado por el golpe, se giró en mi dirección con cara de pocos amigos.

Pude entender la frase que me dedicó incluso desde la distancia. "Te vas a enterar", aseguró mientras frotaba la parte trasera de su cabeza, justo donde la lata había impactado segundos antes.

Mi mejor amigo rápidamente desvió su camino directamente hacia mi casa, y maldije internamente que él fuera uno de los pocos en conocer la ubicación de la llave de repuesto.

Pero tranquilos, no era tan típico como estar debajo de la alfombrilla.

Erick, tras menos de un par de minutos entró a mi casa con una sonrisa algo cínica en los labios. Y como en ese momento no supe que hacer y no había logrado evitar su entrada, decidí subir corriendo otra vez las escaleras que acababa de bajar. Aproveché a entrar en mi habitación, donde tenia un par de pestillos que no dudé en utilizar, aunque mi mejor amigo en sus arrebatos de locura, era capaz de tirar la puerta abajo.

Estaba claro que lo haría, le conocía demasiado como para confirmarlo.

- Alexandra Black, me parece que hay maneras mucho más bonitas de llamar la atención de alguien - dijo detrás de la puerta.
- Oh, venga ya Erick, te he estado llamando y has sido tú quien no se ha enterado - respondí quejándome.
- ¿Y hacerme un chichón en la cabeza era la mejor opción? - preguntó indignado antes de suspirar de forma dramática.
- Era una simple lata. No exageres porque no era una piedra - me quejé yo, rodando los ojos ya que sabía que él no podría verlo.
- Oh claro, te falta un pequeño detalle, había algo dentro de esa lata. Estaba medio llena querida, y además del golpe me has manchado, cielito.

Si, al haber agarrado la lata noté como no estaba vacía por completo. Aún así se la tiré porque era lo único que tenía a mano y no pensé que hubiese mucho contenido en ella.

De todos modos, no pensaba que le hubiese hecho mucho daño ¿verdad? Realmente si lo hubiera sabido antes, le hubiese tirado una piedra.

Tras escuchar como aporreaba la puerta y tener miedo de que la rompiese, decidí que lo más coherente sería abrirla.

Tras haberlo hecho, entró lo más rápido posible y me atrapó en sus brazos. De forma bruta me arrojó sobre la cama y comenzó a hacerme cosquillas.

El amor y sus consecuencias [Consecuencias I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora