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Eros

La había perdido.

Y lo peor de todo fue que no tuve tiempo para haberlo evitado.

Ni siquiera había sido capaz de verlo venir. No lo vi hasta que no era demasiado tarde.

Sabía que para ella esto era lo correcto. Sabía que ella pensaba que esto sería lo mejor para mi. Pero nunca fue así.

No tardé mucho en adivinar sus razones de marcharse y aunque no podía negar que cada vez que la veía caer, algo en mí dolía, prefería millones de veces ese dolor antes que saber que la había perdido.

En nuestra última conversación supe que no quedaba nada por hacer. Su decisión estaba tomada y no estaba dispuesta a volver atrás.

Y para mí era imposible retroceder en el tiempo para evitar que eso ocurriera.

Había quebrantado cada milímetro de mi corazón sin siquiera percatarse. Lo había hecho en apenas segundos.

Sin tener en cuenta las consecuencias de su acto.

Estaba dispuesto a luchar por su amor, siempre lo había estado. Pero llega un momento en el que sabes que ya no hay nada para arriesgar. Que por mucho que luches será en vano.

Y ya no había nada que hacer para recuperar lo nuestro.

Salí a caminar días después de haber hablado. Después de haber estado consumiéndome en mi propia ruina.

Fue inevitable no pasar por debajo de su casa, no mirar a su balcón sabiendo que ahí encontraría su mirada.

Me fue imposible encontrar un sentimiento bello en aquellos ojos azules grisáceos los cuales llevaba amando tanto tiempo.
Me fue imposible no romperme cada vez más cuando la puerta de su balcón se cerró frente a mis ojos.

Pero sobre todo, me fue difícil dejar de mirar, esperando que quizás ella volvería a abrirla, me llamaría y todo se arreglaría.

No fue así y regresé de ese modo a casa.

Erick había estado constantemente en contacto conmigo sirviéndome de apoyo. Pero en ese mismo momento cuando llamó y escuché la desesperación en su voz, supe que algo iba mal.

Y ni siquiera me hizo falta una milésima de segundo para saber qué se trataba de ella.

Entonces supe lo lejos que había llegado la situación, porque habíamos llegado a un punto en el qué ella se encontraba en una cuerda floja y si caía sería el fin de ambos.

Estaba dispuesta a acabar consigo misma con tal de detener su sufrimiento el cual tantas veces recé por lograr quitar.

Colgué el teléfono a mi mejor amigo y corrí en dirección a su casa.

Sabía que sus padres no se encontraban en casa y por ese mismo motivo ni siquiera me molesté en llamar a la puerta, le di un golpe franco sabiendo que así esta se abriría al instante.

Y realmente con el corazón en la mano subí aquellas escaleras las cuales había pisado tantas veces durante los últimos meses.

Rápido, inseguro y realmente asustado.

Porque mi propio corazón me anunciaba el fin.
Porque nuestro aún existente vinculo parecía indicarme que me estaba quedando sin tiempo.

La estaba perdiendo.

Ella ya había dado el paso.

Llegué arriba, al baño concretamente, porque algo en mi me dijo que la encontraría allí.

El amor y sus consecuencias [Consecuencias I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora