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Eros

Las palabras de Alexandra me habían alegrado lo que no estaba escrito.

Sabía que esa sería su respuesta, era lógico después de todo.

Sin embargo, siempre cabía la mínima posibilidad de que quizás ella no quisiera estar conmigo.

Ese día no solamente la entregué a ella mi corazón, sino que antes de dormir ambos nos entregamos en cuerpo al otro. Hicimos el amor.

No creo necesario contar esos detalles sobre nuestro encuentro íntimo, solo puedo decir que fue bonito y fantástico.

Fue perfecto, como todo lo que hacía a su lado.

La magnífica sensación de despertar con ella en mis brazos siempre fue una de mis sensaciones favoritas.

Despertar con las manos en su cintura, su pelo en mi cara y escuchando su respiración acompasada al igual que el latido constante de su corazón era increíblemente relajante.

Me aparté un poco para poder apoyar el codo sobre el colchón y así poder levantar la cabeza para mirarla.

Estaba completamente en calma. Pacíficamente dormida.

Aparté el mechón que siempre le caía rebelde sobre la mejilla y la acaricié en el acto.

Creo que nunca me cansaría de decir lo preciosa que ella era, y es que ya no solo me refería al físico.

Creo que Alexandra era una de esas personas que tenían un algo especial que la hacían destacar sobre los demás.

Ella era única y me daba mucha rabia que no se enterase de ese hecho.

Estaba claro que no era solo una cara bonita. Era muchísimo más que eso y yo me encargaría cada día de recordárselo porque merecía saberlo.

Ella merecía verse con los mismos ojos con los que yo la veía.

Ella no se despertaba por lo que me dediqué a observarla durante mucho rato.

Quería aprenderme cada detalle de su rostro pese a que ya le tenía memorizado.

Supongo que mirarla nunca fue en vano.

Tenía la piel completamente limpia, sin ninguna marca o mancha. No tenía pecas, pero si tenía un pequeño lunar encima de su labio superior. Era pequeño, demasiado incluso. Solo se podía ver teniéndola de frente y de cerca.

Sus labios no eran ni muy gruesos ni muy finos. Tenían una bonita forma y eran de un bonito color rosado.

Su nariz era pequeña y con forma respingada.

Tenía las cejas perfectamente depiladas y de una forma bonita. No muy gruesas, eran más bien todo lo contrario.

Por último, pestañas largas descansaban en sus ojos.

Me encantaba grabar cada detalle en mi mente de la cara de la chica a la que tanto quería.

Alexandra poco a poco se fue despertando.

¿Cómo era posible que hasta recién levantada estuviese tan bonita?

Quizás ese algo que ella tenía mencionado anteriormente tuviese algo que ver.

No sé si era yo al estar enamorado el culpable de ver perfecta a la chica a la que amaba.

Tal vez simplemente era así.

Lo primero que Alexandra hizo fue girarse hacia mí. Dejando su cara a centímetros de la mía y posteriormente depositó un leve beso sobre mis labios.

El amor y sus consecuencias [Consecuencias I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora