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Alexandra

En resumen los dos días siguientes fueron exactamente igual.

Me quedé en casa de los Muller, no era capaz de comer nada y bueno, creo que me encontraba lo suficientemente empastillada como para no sentir realmente todo el dolor con el que cargaba.

Deambulaba como un alma en pena por aquel pasillo, como si realmente solo estuviese allí de una forma física.

Como si mi alma hubiese huido de mi cuerpo temiendo tener que afrontar la realidad.

De ese modo sentía vacío.

Era dolor, pero de un modo distinto.

Porque realmente solo te das cuenta de cuanto amas y cuanto necesitas a una persona cuando la dejas ir.

Cuando sabes que no la recuperarás, aunque irónicamente en mi caso jamás le había perdido.

Simplemente había huido, aunque eso diera directamente con la consecuencia de perder. Había sido bajo mi responsabilidad.

No era lo que él deseaba. Al menos no lo era entonces.

Varias veces había prometido quedarme para siempre a su lado. Él también me lo había prometido a mi.

Y ahora, ahora me escondía de esa promesa. De él.

Porque no había podido cumplirla.

Y si os soy sincera, creo que una parte de mi siempre fue consciente de que no la cumpliría, pero quise hacerla porque tenía esperanza.

Esperanza de vivir de forma feliz a su lado. Durante toda mi vida supongo.

El destino lo había querido así o eso era lo que trataba de comprender. De pensar.

Porque nuestro amor fue perfecto antes de la tragedia.

Porque juntos lo éramos.

Siempre lo habíamos sido independientemente de las espinas que crecieran a nuestro alrededor.

Sabía que debía volver a casa, no podía seguir de aquel modo. Se me acababa el tiempo.

Pero también sabía que al volver le vería, tendría que afrontarme a ello. Y no podía.

Así que, como una gran cobarde, decidí pedir ayuda para que él no estuviera en la puerta de mi casa cuando yo volviera.

Y para llevar a cabo mi plan, debía utilizar la ayuda de mi mejor amigo.

Llamé a Erick, quien también había estado bombardeando mi teléfono móvil con mensajes y llamadas. Y le tuve que contar todo. Casi todo.

Le conté lo que había decidido, y supliqué por su silencio.

- Me estas poniendo en un gran compromiso, ¿lo sabes no? De todos modos, me ahorraré mi opinión, supongo que no va a servir de nada decirla - suspiró después de conocer mi versión.

Me aseguró que había quedado con él, con la excusa de distraerle. De apoyarle. Aunque esta última parte era cierta.

Odié haber tenido que pedir que no contase nada a Eros, porque también era su mejor amigo y Erick no merecía tener que estar posicionado en medio de ambos.

Pero lo había hecho para ahorrarme el encuentro.

Pese a que terminaría ocurriendo, estaba completamente centrada en atrasarlo. Debía prepararme lo máximo posible, por muy poco que lo consiguiera al final.

En ese momento, me encontraba en la cocina junto a Lavinia. Quien tras tenderme un vaso de agua, preguntó lo que llevaba rato tratando de evitar formular.

El amor y sus consecuencias [Consecuencias I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora