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Alexandra

La experiencia vivida el día anterior fue terrorífica. Incluso diría que traumática.

Pasé bastante miedo, aunque cabe destacar que no fui la única. Todos lo pasamos.

Sin duda alguna, aquellos dos efímeros días de fin de semana, serían inolvidables. Ya no solo por las risas, las cuales habían llenado casi al completo los días, sino que también por el reciente mencionado miedo momentáneo.

Finalmente, después de haber pasado lo que restaba de noche en mi casa, llegó la mañana. Tras esto, todos nos pusimos en dirección a casa de Eros, ya que algunos de nosotros debíamos coger las cosas dejadas en esta el día anterior al habernos marchado con tanta prisa.

Una vez recogido todo, los chicos volvieron a sus respectivas casas, pero a Eros le ofrecí venir a la mía.

No solo por el supuesto fantasma, término que había empleado Erick para referirse a los acontecimientos ocurridos la noche anterior, siendo tan dramático como siempre era.

También era porque ambos estaríamos solos en cada casa y me apetecía pasar más tiempo con él.

Eros ante mi propuesta aceptó sin dudarlo, y se lo agradecí mentalmente.

Llevaba unos días haciendo una buena temperatura en la ciudad, así que tras pensarlo, me decanté por sugerir a Eros que se cogiera un bañador antes de regresar a mi casa, por si luego queríamos meternos en la piscina ubicada en el jardín trasero.

Una vez estábamos juntos en mi casa, decidimos que era una buena idea. Pero antes de darnos aquel baño decidimos hacer la comida.

No podíamos seguir abusando de la comida basura por muy buena que esta estuviese. No era saludable para ninguno de los dos.

Por este mismo motivo, decidimos hacer unos macarrones, algo sencillo.

No quedaron del todo mal, más que nada, porque no fui yo quien los hice.

Comimos hablando de cualquier cosa al azar, pero no mencionamos nada de la noche anterior, cosa que agradecí. Yo me había comportado como una niña pequeña. Aunque también sabía que Erick se había comportado peor, y creedme que eso me aliviaba.

Aún así la vergüenza me consumía en cuanto al tema se refiere. Por lo tanto fue mejor no sacarle a relucir.

Por otro lado, había dormido abrazada a él, demasiado pegada sin darle espacio u oportunidad de poder llegar a separarse si así lo hubiese querido.

Aunque realmente pareció importarle.

No se había quejado de ello en lo absoluto. Y sus brazos se habían mantenido abrazando mi cuerpo.

Después de comer, cada uno subió a una habitación del piso superior para ponerse su traje de baño correspondiente.

El mío era blanco con mariposas azules, era uno de mis favoritos. Fue un regalo que me habían hecho tiempo atrás.

Además creía que me quedaba bien. Me veía bonita en él.

Antes de bajar decidí recoger mi larga melena en una despeinada trenza.

Al bajar finalmente, vi que Eros ya lo había hecho. A diferencia del mío, su traje de baño era negro y simple. Tampoco es que él necesitase nada más.

Al salir fuera y tras unos breves momentos para introducirnos al agua, Eros se dio cuenta de lo que efectivamente le hizo reír al momento.

Mis pies no llegaban al fondo de la piscina, debido a mi escasa altura.

El amor y sus consecuencias [Consecuencias I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora