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Alexandra

¿Sabéis la mencionada tormenta que siempre me asustaba debido a que sabía que volvería?

Bueno pues estaba llegando.

Todo en mi relación con Eros Anderson iba de maravilla, y no miento si os digo que me hacía increíblemente feliz.

Pero había demonios del pasado que siempre iban a atormentarme. Y como ya le había afirmado a él en la última página de la novela que le di en su cumpleaños, ni siquiera había sanado del todo.

No había conseguido echarles de mi vida.

Quizás nunca podría hacerlo.

Era consciente de que Eros no era tonto, él me conocía incluso mejor que yo misma. Sabía que algo no iba bien, pero sabía respetar mi decisión de negar absolutamente todo lo relacionado con el tema.

Pese a su preocupación y mis descaradas mentiras en cuanto a mi estado de ánimo, me daba mi espacio y mi tiempo.

Al fin y al cabo no había un motivo concreto, a veces pensaba que era porque simplemente era una persona destinada a sufrir. A lo trágico quizás.

Aunque mi forma de verlo había cambiado cuando él llegó a mi vida.

Pese a ello, eso no implicaba que no fuera consciente de que volvería a sufrir.

Cuando una herida no ha sanado y sigue sangrando o mejor dicho, vuelve a sangrar debido a no estar cerrada, digamos que es normal que el dolor vuelva.

Y yo tenía varias heridas que no habían sanado. Simplemente me habían dejado algo de tregua antes de volver a abrirse. Antes de hacerme sangrar de nuevo.

Y en apenas dos días había una herida que se volvería a abrir. Una que sabía que tardaría muchos años más en ser capaz de curar.

Ojalá alguien me hubiese advertido que el amor tenia consecuencias.

Porque el primer amor las tuvo, y a comparación con el amor de Eros, las consecuencias fueron dolorosamente traumáticas.

Adrien Muller jamás debió morir aquel día. No habiendo tantas personas en el mundo. No cuando muchas de ellas eran malas y lo merecían más que él.

Pero eso no evitó que le ocurriera a él.
Eso no evitó las consecuencias que ese acto inconsciente por parte de un conductor ebrio tuvieron lugar.

Eso no evitó que una parte de mi se quedase con él.

Una parte que jamás iba a poder recuperar, por mucho que luchase por ella.

Haberle perdido iba a ser algo que me perseguiría el resto de mis días. Algo que por mucho tiempo que pasara jamás dejaría de doler.

Era ese tipo de herida que nunca deja de infectarse por mucho que te esfuerces en curarla.

Por mucho que desees que cicatrice.

Pero no todas las consecuencias de ese primer amor fueron malas.

Aprendí lecciones.
Aprendí sobre ciertos sentimientos.

Y sobretodo aprendí lo que era perder algo que se quiere.
Aprendí otro tipo de lecciones, unas basadas en el dolor. Unas que dieron lugar a otro tipo de sentimientos. Más melancólicos. Más sombríos.

Unas lecciones que hicieron que mi corazón sangrara. Que sintiera que me lo habían arrancado directamente del pecho.

Y aún con el corazón en la mano había llegado hasta ahí, a apenas cuarenta y ocho horas de que se cumplieran dos años de aquel terrible suceso que sabía que me afectaría eternamente.

El amor y sus consecuencias [Consecuencias I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora