17

12 9 0
                                    


Alexandra

Era fascinante la forma en la que Eros se esforzaba por hacerme feliz aunque fuera con simples detalles o simples palabras.

Era consciente de que todas mis decisiones tanto antes de él, como en ese momento, encarrilaban consecuencias.

Mis sentimientos hacia él siempre aumentaban. No sabía si me arrepentiría de ello, pero quería disfrutarlo mientras todo fuese bien.

La cita estaba yendo genial, pero cómo pasaría la noche junto a él, aún quedaba mucho, cosa que me agradó.

Eros fue mi distracción ante todo.

Siempre que estaba mal, él lograba sacarme sonrisas. Él lograba hacerme feliz realmente.

Quizás eso fue el detonante que hizo que yo me enamorase de él.

Notaba su preocupación en mi, al igual que su cariño. Yo ya había estado enamorada, por lo tanto conocía más o menos el sentimiento, o mejor dicho cada uno de los sentimientos que el amor incluía, pero con Eros esos sentimientos se multiplicaron, haciéndome sentir mucho más de lo que ya había sentido anteriormente.

Eran sensaciones difíciles de explicar con simples palabras.

Cuando él estaba presente, me sentía segura y sentía que sus brazos eran un simple y agradable hogar.

Era magnífico poder entendernos con una simple mirada y que las cálidas sonrisas que él me regalaba consiguieran reconfortarme cuando no sabía afrontar distintas situaciones.

Es cierto que había besado a varios chicos pero nada era como besarlo a él.

Con Eros tenía esa conexión de la que tanto había leído en tantos libros.

Esa conexión que yo pensaba que era inexistente pero que gracias a él conseguí ver que con la persona correcta realmente ocurría. Que podía llegar a ser algo real.

Después de aquellas palabras bajo la tenue y fuerte luz de la luna decidimos irnos.

En realidad no tenía ni idea de lo que Eros había preparado, y yo siendo completamente honesta me hubiera conformado con cualquier simple cosa.

Porque estando con él no me importaba ni el sitio, ni las cosas que hacer.

Sabía que disfrutaría de cada segundo a
su lado.

Siempre me gustaba recordar los pequeños detalles de las cosas, supongo que era algo que no todo el mundo apreciaba.

Recuerdo que siempre que subía a la moto de Eros, él me cedía su casco, dándome a mí la única protección posible. Por lo tanto, él se quedaba desprotegido.

También me gustaría destacar que siempre que tenía frío, él me cedía su ropa, sabiendo que yo nunca se la devolvería.

Simples detalles que para mí valían mucho.

Otro pequeño y tierno detalle fue la forma en la que él había visto y besado mis cicatrices y nunca me presionaba para hablarle de ello. Sabía que eso le dolía.

Siempre veía la tristeza que reflejaban sus iris azules al igual que la preocupación al verlo.

Pero pese a que a él también le dañaba mi situación siempre se encargó de hacerme sentir mejor y de intentar curarme.

Eros realmente siempre me quiso salvar.

Llegamos finalmente a mi vecindario, iríamos a casa de Eros a pasar la noche, aunque antes de dormir imaginaba que él tuviese algo preparado después de haber visto el detallazo de la cabaña.

El amor y sus consecuencias [Consecuencias I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora