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Alexandra

Eros había estado algo tenso al llegar a casa esa noche. Como si durante el viaje de trayecto a casa hubiese estado pensando en algo que no le agradara. Algo que le preocupaba.

Una vez habíamos llegado y él había cerrado la puerta, decidí no alargarlo más y preguntar.

Le detuve antes de seguir avanzando, con un simple apretón en el hombro. Él volteó a verme, a posar sus ojos sobre mi.

- ¿Qué ocurre, bonita? - formuló aquella pregunta frunciendo el ceño.
- Eros cariño, ¿qué ha pasado? - antes de responder a mi pregunta suspiró.
- Nada, tranquila, simplemente creo que ha llegado la hora de hablar contigo de una cosa, pero quizás debamos hacerlo mañana.
- Oh no por Dios. No puedes dejarme con esta incertidumbre toda la noche, hablémoslo ahora.
- Esta bien - asintió antes de guiarme de la mano hacía su habitación.

Mi corazón se había encogido ante la idea de esa conversación, no sabía de que podía tratarse. Y desconocerlo me agobiaba y me inquietaba a partes iguales.

No era consciente de que palabras saldrían de sus labios apenas unos minutos después, y lo más importante, al no saberlo, no sabría cuál sería mi reacción.

- Inconscientemente he tratado de alargarlo lo máximo posible, pero sé que está al caer, y sé que mereces saberlo. Lo merecías haber sabido antes - comenzó con ciertos nervios.
- Me estas asustando. Dilo ya, no creo que sea algo tan malo. No creo que cambie nada debido a ello - aseguré alentándole a continuar.
- Nunca hemos hablado de futuro, no más allá de saber que ambos queremos un futuro junto al otro. No más allá de planes para ambos juntos - fueron sus siguientes palabras, las cuales me confundieron. - No hemos hablado de el futuro cercano. Este año he terminado los estudios de instituto, es algo que ambos sabemos, que ahora tendré que irme a la universidad.
- Lo sé - asentí notando un nudo formándose en mi garganta porque sabía lo que venía.

Se formaba y crecía a medida que los segundos pasaban en silencio. Eros no quería decirme lo que proseguía. Yo ni siquiera quería escucharle formular aquellas palabras.

Palabras que el viento al final borraría, posiblemente como el viento se terminaría llevando todos los últimos meses a su lado.

O eso pensé.

- Mande solicitud a Harvard, como siempre soñé. Lo siento - soltó en apenas un susurro, que lentamente se desvanecía, como su mirada sobre la mía.
- No me pidas perdón. No por querer cumplir tus sueños. Eso es lo que deseo que hagas - traté de tranquilizarle formulando aquellas palabras.
- ¿Todo estará bien? - preguntó con más temor que nunca.

Asentí. Insegura. Completamente insegura con mi respuesta.

Sabía que nada estaría bien. No sin él a mi lado.

¿Pero por qué estropearlo todo habiendo llegado a esas alturas?

- No me mientas. No a mí bonita. Por favor. Ni siquiera sé si me aceptarán, pero si lo hacen, no me iré sabiendo que todo se desmoronaría. No te dejaré si me lo pides, ¿lo sabes verdad?
- Sabes que jamás te pediría tal cosa. Y te aceptarán, es imposible rechazar al mejor - le dije, tratando de fingir que algo en mi no se había roto. Le regalé la sonrisa más sincera que pude. Pero era falsa.

Eros se iría. Y fue ahí cuando me di cuenta de que yo misma le dañaba.

Yo misma necesitaba que se alejara.

Al menos si eso me ayudaba a detener el dolor que yo misma le proporcionaba. Dolor que los últimos días nos había acompañado a ambos.

Le dejaría ir. No tardaría mucho más en apartarme.

El amor y sus consecuencias [Consecuencias I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora