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Alexandra

Había disfrutado de ese último día a su lado. De esa última noche en sus brazos.

Pero inevitablemente no quería marcharme, algo lógico de forma cierta.

No tenía idea de como conseguiría alejarle de mi. No podía pedírselo porque él jamás se iría.

Aproveché que Eros había quedado para reunirse junto a Erick, y poniendo una excusa cualquiera me escabullí de ir junto a él.

- ¿Te apetece hacer algo esta tarde? - preguntó ya en el umbral de la puerta, frente a mi.
- Creo que voy a ir a hablar con la señora Muller, aún tenemos una charla pendiente - respondí, sabiendo que esa tarde no íbamos a vernos.

Ese iba a ser el último momento antes de todo.
Antes de la catástrofe que se avecinaba con mi partida.

- Está bien, si quieres que te acompañe llámame, bonita - pidió mientras estrechaba mis brazos.

Y yo le estreché más fuerte, porque quería quedarme ahí. En mi sitio seguro, protegida por su cuerpo.

Protegida por su amor.

- Vale cariño - respondí cuando la falta de aire comenzó a notarse.

Al sentir aquello rápidamente me separé para así poder tomar su rostro y besarle.

Quizás ese sería nuestro último beso.

Me separé de sus labios cuando realmente necesité aire, y apenas lo hice confesé algo que tantas veces había dicho.

- Te amo - fueron mis palabras, tras las cuales apoye mi frente sobre la suya.
- Te amo - respondió algo extrañado por mi repentino comportamiento.

Y así, en esa última palabra salida de sus labios, en ese adiós que el viento arrastró como si nunca hubiese sido pronunciado. Así fue como mi corazón pareció salirse de mi pecho. Lo había hecho en cuanto la puerta se había cerrado.

Una vez cerrada me había presionado junto a ella, advirtiendo como poco a poco comenzaba a derrumbarme, a liberar todo lo contenido en las últimas horas.

Nadie le amaría nunca como yo lo hacía. Como yo solo podía hacerlo.

Pero ya estaba hecho, y yo pagaría las consecuencias de ello.

Lloraba.

Trataba de recuperar la falta de aire. Trataba de detener esos sentimientos que terminarían por acabar conmigo. Pero sobretodo trataba de retener un grito que me ahogaba, que moría por salir del interior de mi garganta. Aunque emitiéndolo la desgarrase.

Mis rodillas de forma involuntaria fallaron y caí.

Una vez el frío suelo chocaba contra mi piel, olvidé cualquier técnica para calmar ese pánico que atrapaba mis pulmones.

Pánico porque yo misma había decidido alejarme. Echarle de mi vida, sin darle el lujo de escoger.
Pánico porque siempre había sabido que no podría enfrentarme a aquello.

No podría vivir sin él.

Prefería morir.

Solo el amor era capaz de doler así.
Solo sus consecuencias.

Pero al final fui yo la que había elegido sufrirlas. Aún sabiendo que no podría con ellas.

Y todo había sido por él.

A veces una de las partes debe arriesgarse.
A veces uno de los dos tiene que tomar todo el dolor y alejarlo del otro.
A veces las cosas no salen como lo esperas.
A veces el amor no lo hace.

El amor y sus consecuencias [Consecuencias I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora