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Eros

Alexandra se encontraba leyendo la carta a mi lado, no en voz alta sino que para sí misma. A medida que iba leyendo las palabras escritas cuidadosamente en tinta negra, densas lágrimas brotaban de sus ojos.

Mi mano acariciaba la suave piel de su muslo, mientras mis ojos no se perdían ningún detalle de su rostro.

Cuando había encargado el anillo, hubiese preferido poder poner una frase mucho más larga pero en un trozo tan pequeño de material como aquel, me era imposible. Pese a ello quise que inscribieran algo. Algo que yo sentía de verdad.

Por otro lado, amaba regalarle flores, lo veía un simple detalle el cual no me importaba tener que hacer diariamente durante el resto de nuestras vidas.

No me importaba si se trataba de ella. No si de ese modo veía la sonrisa de sus labios al olerlas.

Escribí aquella carta queriendo contarle como me sentía gracias a ella, y realmente no fui capaz de decir ni una cuarta parte de lo que podía haber hecho.

Si tenía que contarle todo lo que sentía, probablemente tendría que escribir al menos una carta diaria durante el resto de mi vida, e incluso dudo en si de ese modo sería capaz de decirle absolutamente todo.

Después de todo, ella merecía conocer todo aquello. Merecía saber lo que yo quería con ella. El futuro que quería a su lado, por muchos años que quedasen para este. La amaba, y eso no lo cambiaría nadie ni nada. Nunca.

Alexandra finalmente terminó de leer aquel pedazo de papel, el cual se resbaló de sus manos.

Miró en mi dirección, en busca de mis ojos. En busca de esa conexión que ambos sentíamos al mirar al otro directamente.

- Eres lo mejor que me ha pasado en la vida - admitió entre sollozos.
- Y tú eres lo mejor que ha pasado en la mía. Así que creo que estamos empatados - respondí apartando un par de mechones de su cara, deteniéndome a acariciar sus mejillas, a quitar las lágrimas que no cesaban de caer.
- No sé como puedes ser capaz de amarme, siempre he sido un desastre - admitió en un susurro apenas audible.
- No lo eres, Alexandra. Nunca lo has sido. Y el motivo por el cual te amo no es uno solo, aún así, como creo ya haberte dicho, tú eres la única persona de este enorme mundo que consigue hacer que me sienta completamente vivo. La única persona que hace que sienta mariposas en el estómago. Sentimientos en el pecho. Te amo Alexandra, independientemente de los incontables motivos de hacerlo. Jamás se detendrán mis sentimientos por ti.
- Te amo, Eros Anderson. Te amo tanto que no soy capaz de plantearme nada que no seas tú. No después de todo. Cada minuto que vivo a tu lado me sirve para estar cada vez más segura de que tú eres el amor de mi vida. Porque como tú mismo has dicho, después de ti no habrá nadie. No podría amar a nadie que no fueras tú.

Tras esta confesión en la que Alexandra me abría su corazón, solo pude reaccionar besando sus dulces labios.

Un sabor salado llegó a mis papilas gustativas, ella lloraba, y supe que un par de lágrimas también habían abandonado mis ojos.

La amaba de un modo que sabía que podría llegar a doler. Pero no lo podía evitar.

Pese a tener que separarnos por falta de aire, la pegué a mi cuerpo para mantenerla entre mis brazos. La necesitaba. Necesitaba el calor de su cuerpo. Necesitaba el oxígeno que ella proporcionaba a mis pulmones. La necesitaba a ella, junto a mí.

Tras unos minutos Alexandra se apartó de mi cuerpo, solo para decirme algo.

- ¿Podemos escuchar la canción ahora? - preguntó sorbiéndose la nariz, a lo que yo asentí.

El amor y sus consecuencias [Consecuencias I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora