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Alexandra

Con toda la sinceridad que puede llegar a salir de mis labios, admitiré que jamás imaginé un desenlace similar.

No era novata sabiendo como el amor podía doler, como sus consecuencias lo hacían. Pero nada anteriormente vivido se comparaba con esto.

Estaba acostumbrada a escuchar o leer historias con el cliché de persona correcta en el momento equivocado. Y no diré que pasar por ese tipo de experiencia no sea dura, pero realmente sabía que mi amor con Eros no estaba clasificado del todo de ese modo.

Para mí él era la persona correcta pero en lugar de ser momento equivocado, era falta de tiempo la que nos separaba.

Porque sabía que ambos éramos perfectos para el otro. Pero que nos había faltado tiempo. Quizás para crecer.

Para poder llevar a cabo un amor totalmente sano por las dos partes.

Sabía que esa falta de tiempo entre nosotros afectaría.

Yo misma le había echado, sabiendo que en un futuro él podría rehacer su vida con otra persona.

Aunque existía algo dentro de mí que me indicaba que realmente yo era la persona con la que él debía estar.

El amor de su vida.

Sin embargo, tras haberme despedido de Eros, sabía que nuestro amor se había visto reducido a cenizas.

Una bonita historia en la cual ya no estábamos escribiendo el principio sino el final.

Saltándonos una gran parte del desenlace.
Saltándonos ese final feliz que ambos merecíamos.

Pese a eso no descartaba su final feliz, el mismo motivo para alejarme de él era ese. Quería que él lo tuviera al menos.

Y yo ya no estaría para verlo.

Porque si, quería verle feliz pero iba a ser imposible soportarlo si no era conmigo.

Mi mente se había quedado estancada en un lugar profundo, oscuro y ruidoso.

Miles de palabras incoherentes cruzaban mi cabeza castigándola y atormentándola. Haciéndome pagar por lo decidido.

Y sobretodo, haciéndome querer acabar con todo.

La única persona que por un momento pensé que sería capaz de salvarme, no lo consiguió y no puedo culparle por ello porque él hizo todo lo que estaba en su mano.

Pero el problema era yo. Siempre había sido yo.

Y conforme todo esto pasaba por mis recuerdos fui encajando las piezas.

De ese modo aprendí.

Nadie exceptuándote a ti puede salvarte.

Y nadie será peor enemigo que tú mismo. Que tu propia cabeza y tienes que saber vencerla.

Y en mi caso, yo ya había perdido. Mucho atrás en realidad.

Sabía que todo había empeorado tras haber roto su corazón.

Eros me lo había entregado tiempo atrás, sin dudarlo ni un solo segundo. Quizás porque pensaba que no sería capaz de dañarle.

Pese a que no había sido algo que deseara hacer, lo había hecho.

Y en ese momento la catástrofe había dado inicio.

La que nos envolvía a los dos esta vez. No solo la que vivía constantemente a mi alrededor.

A esto me arriesgué desde el primer paso que Eros dio hacia mi vida, a arrastrarle conmigo.

He de admitir que al principio no me paré a pensar en lo que esto consistía, en lo que causaría. Fui egoísta.

El amor y sus consecuencias [Consecuencias I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora