AlexandraA raíz de aquella fiesta había empezado a hablar bastante con Eros.
Era un buen chico, podría incluso admitir que demasiado.
Alguien que me enseñó que las apariencias engañaban, porque la primera vez que le vi ni siquiera se me ocurrió pensar en que alguien como él hubiera pasado por cosas tan dolorosas como la pérdida de sus padres.
Pero ese chico me había sorprendido en varios aspectos.
Una de las cosas que me gustaba hacer de forma habitual, casi diaria, era ir al pequeño cementerio de la ciudad.
A la tumba de mi primer amor. Algo cínico quizás.
Hablaba con él cada vez que iba, pese a que sabía que él no podría oírme.
Le contaba sobre como llevaba todo, lloraba mientras lo hacía. Mientras, le rogaba que volviera. Pero él no podía hacerlo. Nunca podría.
Como casi cada día, llegué al cementerio donde me terminé derrumbando. Después de todo, él lo fue todo para mi.
Tras un rato estando allí, noté la llegada de alguien. Noté los ojos de ese alguien sobre mi.
Y no necesité mirar atrás para saber de quien se trataba.
Eros estaba allí.
Recordaba aún la calidez de sus brazos sobre mi cuerpo. Me sentí protegida de ese modo, estando entre sus brazos.
No me gustaba que me vieran llorar, pero no pude esconderlo. No a tiempo.
Y siendo sincera, estando de aquel modo, me di cuenta de que no hacía falta ocultar como me sentía. No con él.
No me importaba que Eros Anderson me viera así.
Volví a casa acompañada por ese chico de ojos azules, quien no insistió en conversar. Él respetó mi silencio.
Si no hubiese sido por aquella fiesta, no me hubiese dado cuenta de que vivía en el mismo vecindario que yo. Al menos eso creía.
No mucho más tarde, salí otra vez de casa, para tirar la basura concretamente. Y otra vez el llamado destino volvió a juntar nuestros caminos.
Al llegar al contenedor sentí una mirada sobre mi, me sentí observada.
Pero en ningún momento dudé de la identidad del dueño de los ojos que me miraban.
Tras girarme y sostener la mirada durante interminables segundos, él abrió su ventana. Me invitó a su casa tras ello, dudé al principio, pero terminé accediendo. Y lo hice.
Precisamente porque me gustaba hablar con ese chico de ojos celestes.
Sabía que él, al igual que yo, no había tenido una vida fácil.
Me gustaba que pese a las grandes pérdidas que Eros había tenido, no las dejaba reflejar en su aspecto.
Por mucho que mirase aquellos ojos, no hubiese podido descifrar el dolor de la pérdida. Eros Anderson era una persona realmente fuerte.
Quise aprovechar para observarle de forma más detallada mientras estaba sentada sobre su cama.
Tenia un bonito y sedoso pelo castaño, bastante más oscuro al mío. Y pese a que no hace falta que repita el color de sus ojos debido a que ya lo conocéis, diré que el brillo que estos tenían conseguían hacer que me sintiera perdida en ellos.
Su nombre no mentía, era un completo dios griego. Un chico demasiado atractivo a mi parecer.
Pasé un agradable rato con él, pero llegó el momento en el que tuve que irme. Aunque hubiese preferido no hacerlo.
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El amor y sus consecuencias [Consecuencias I]
RomanceY fue cuando lo dijo clavando su pupila azul en la mía. Sonriéndome de manera sincera y haciendo que me diese cuenta de cada uno de mis fuertes sentimientos hacia él. Consiguiendo que cada segundo le amase más. Entonces me di verdadera cuenta de q...