Cap 33. Anhelos.

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Ya era miércoles en la mañana, recién había llegado Lucía a su trabajo acompañada por su hermanastro, quien estaba haciendo muy bien su trabajo hasta el momento. Todo parecía ir bien, excepto que tenía un problema con su compromiso, bueno dos a decir verdad; el primero era que en la posición que estaba le era muy difícil tener la libertad de antes para salir o buscar información; la segunda tenía que ver con algo mas pequeño pero importante.

—Contesta maldita sea —se quejó Lucía con voz baja tratando que no la ecuchara alguien. —¡Marco Olivieri! debemos hablar —le dejó el quinto mensaje de la mañana.

No creía que hubiera sido tan despistada, el domingo había llegado cansada, así que se fue a descansar; y era ahí donde estaba el siguiente problema, no encontraba su anillo, por más que lo había buscado no aparecía. Estaba segura que lo había recogido antes de irse para el apartamento de Xin, pero al parecer no fue así.

—Señorita —la interrumpió Dina. —le he traído un café,  ¿necesita algo más? 

—No, más tarde te paso el papeleo de hoy —le respondio Lucía. —gracias por el café.

La muchacha salió de la oficina, vio que Lucía se encontraba ocupada, así que no quiso molestarla, Dina llevaba poco en la empresa, pero hasta el momento solo se había sentido cómoda con Lucía, don Jorge le causaba cierto temor y David tenía una actitud de poco liderazgo, así que para ella Lucía era a quien más le tenía confianza para ayudar, aunque ella no daba favoritismo a ninguno de los empleados de su abuelo, sabía cómo tratar con ellos.

Después de un buen rato, en el que perdió la noción del tiempo, unls golpes en la puerta interrumpieron la concentración que había logrado.

—Pase —habló fuerte Lucía desde adentro.

—¿Estas ocupada? —fue lo que dijo su abuelo al entrar.

—No —respondió. A él no podía decirle que no tan fácilmente.

—Bien, entonces puedes venir conmigo a almorzar, será en mi oficina —le pidió el anciano.

—De acuerdo, iré apenas deje estos papeles con la asistente. —acordó Lucía.

El señor Lombardo salió de la oficina, saludo a su otro nieto que estaba en la entrada de la oficina y se devolvió a su lugar de trabajo.

A David se le hizo extraño ver a su abuelo allí.

—¿Que quería? —le preguntó a la muchacha.

—¿Ya terminaste tus cosas? —desvió la pregunta Lucía.

—Te pregunté qué quería el abuelo, ¿te cuesta responderme?

—No tengo porque darte explicaciones. —habló la muchacha mientras levantaba los papeles que le llevaría a Dina. —este quedó mal, arreglalo —dijo Lucía poniendo un papel enfrente de David.

Sin más palabras la mujer salió de la oficina y dejó al hombre parado y con el papel que debía arreglar. Pasó por el puesto de Dina y le dejó los papeles para que se encargará de su parte. Ya en la oficina de su abuelo entró tranquila y tomó asiento en la mesa que estaba preparada para la comida; después que les sirvieron, el señor Lombardo ordenó que salieran y cerrarán la puerta, no quería que los interrumpieran.

—¿Como le ha ido a David? —inició la conversación don Jorge.

La muchacha pasó la comida que estaba masticando y tomando un sorbo de la bebida que tenía a su lado habló.

—Mejor que el primer día —respondió.

—Me alegra escuchar eso —habló el abuelo —es un poco orgulloso, así que espero que este haciendo bien las cosas.

ADN Lazos de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora