Cap 36. Una Desconocida Conocida

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—Con todo respeto señor, creo que deberíamos dejar que el doctor se encargue de todo. No me parece conveniente que vaya yo a ver su estado. —habló Valentino a Marco.

—Puede ser, pero necesito una opinión diferente a la que me da el médico. Pensaba ir por mi cuenta, pero prefiero evitar cualquier inconveniente que pueda presentarse.

—Señor, ¿No ha pensado en hablar de esto con la señorita Lucía? —preguntó cauteloso el hombre a su jefe.

Marco frunció el ceño y se quedó unos segundos pensativo antes de responder.

—No, esto no es algo que pueda perjudicarla, no mientras sepamos llevar bien las cosas. —habló algo dudoso de sus palabras.

—Pero por lo menos le dirá lo que haga con la mujer ¿no? Creo que mínimo debería contarle a la señorita Lombardo lo que ha hecho con esa muchacha.

—Lo haré —respondió seguro Marco —pero no quiero que ella se moleste con eso, no es necesario. Tendré una buena conversación con ella, se que tendrá muchas preguntas. Solo espero que no se moleste conmigo.

Un breve silencio se presentó entre ellos.

—Si le dice las cosas como son, no creo que ella se moleste con usted. Solo debe buscar el mejor momento para hacerlo. —le respondió Valentino seguro de sus palabras.

—Quisiera decir que la conozco bien —habló Marco mirando a la ventana de la gran oficina —pero los pocos meses que llevó tratándola no me dicen mucho de ella, tiene un pasado complicado, tanto que quiere olvidarlo, no quiere tener nada que la ate a el. Aun no se abre por completo, por mas que se haya vuelto más flexible y tranquila conmigo. —dijo volviendo la mirada a su ayudante, quien se mostró un poco sorprendido por la forma de expresarse de su jefe, nunca lo había visto así —no me tiene confianza —susurró para él.

—Señor usted... —habló un tanto indeciso Valentino —usted en verdad siente algo fuerte por ella —afirmó con una mirada espectante.

Marco no habló de inmediato. Lo que su hombre le había dicho era algo que él ya se había dado cuenta hace un buen tiempo. Pensaba que la atracción que sentía por Lucía se debía a la forma de actuar de ella, pensó que sólo era por la novedad que ella desprendía, pero no era así. Desde el primer momento que la tuvo en sus brazos y probó su sabor supo que no la podría dejar. Él quería más, quería saciase de ella, pero no podía, cada vez que la hacía suya su deseo por ella aumentaba, se había convertido en su droga, una droga que ya no podría dejar, había probado la fruta prohibida, y ahora sentía las consecuencias, no la dejaria, ella era suya, era su mujer, suya y de nadie más.

—Valentino —habló serio —no quiero que nadie se llegue a enterar de esto. Nadie debe saber la relación que mantengo con Lucía Lombardo, no por el momento. En un futuro no muy lejano ella pasará a ser la señora Olivieri, pero hasta que no hayamos acabado con los planes de mi hermano, no podré estar tranquilo y cumplir mi deseo, así que ahora más que nunca quiero terminar con todo esto y dejar en evidencia a Dominico. Con él puesto de jefe de la familia Olivieri ya nadie podrá impedir que ella permanezca a mi lado.

Valentino dejó ver en sus ojos un brillo de felicidad, esa muchacha se había ganado también un afecto filial por parte de él. Desde que se metió en la discoteca y acorralo a su jefe supo que ella traería consigo algo grande. Ella si era digna de ser la señora Olivieri, no como las anteriores amantes de su jefe, ella era todo lo contrario. Con gusto él estaria al servicio de ellos dos.

—Tenga por seguro que jamás saldrá una palabra de mi boca, primero moriría por el bien de la familia antes que hablar y traer las consecuencias de mi traición. —habló muy decidido.

ADN Lazos de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora