Prólogo

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—Ana, te amo, tu lo sabes, pero no quiero arriesgarte. No podemos dejar que esto avance más. Me duele mucho dejarte, pero más me dolería que mueras y no poder volverte a ver. 

Con esas palabras, el próximo heredero de la familia Lombardo dejó a su amada. Mucho era el tiempo que habían estado conociéndose y amandose, pero llegaba la hora de separarse. Ese sueño que creyeron poder volver realidad se rompió cuando la inestabilidad por el poder hizo que la presión familiar lo obligará a dejar a su querida Ana. Esa era la única forma de protegerla, tanto de enemigos como de su familia, los Lombardo, una de las 7 grandes familias que lideraban la mafia en todo el mundo. 

En medio de la lluvia, la joven Ana bajó del auto y se dirigio a la puerta del edificio donde vivía sola debido a sus estudios. Sin mirar atras y con lágrimas en los ojos llegó a su apartamento y entrando en el, se derrumbó en el suelo y soltó su ahogado llanto que había evitado para no hacer más dolorosa la despedida con Daniel Lombardo, el amor de su vida, con quien acababa de terminar su relación, y de quien se alejaría para siempre. 

Tras horas amargas de llorar, llamó a su madre. 

—¿Aló? —contestó la voz de una mujer en el otro lado del teléfono. 

—Mamá, soy yo, Ana. —le dijo la joven lo más tranquila posible. 

—Ana querida, ¿Estas bien? 

La muchacha no sabía que decir, no podía dar a conocer su relación con Daniel, aunque haber terminado con él le quitaría varios peligros, todavía no estaba segura. No tenía con quien desahogarse. 

—Mama, te llamaba para decirte que adelantare mi viaje de regreso, en tres días estaré allí. 

Estaba a final de su último semestre, no era mayor cosa lo que le falta, por lo cual en tres días podría irse dejando todas las cosas en orden para poder graduarse. 

—¿Estas segura? ¿No afectará en nada tu graduación? —la voz de su madre era preocupada. 

—Tranquila madre, todo está bien, no hay problema por los estudios. Tan solo es que los extraño. —cada palabra salía con dificultad de su boca. 

—Bien mi niña, aquí te esperamos. —seguido a esto ambas se despidieron. 

El tiempo pasó y Ana llegó a su casa. Sus padres vivían en un pueblo alejado de la ciudad, era tranquilo y agradable. 

Al cabo de dos mes de su llegada se devolvió nuevamente a la ciudad, pero esta vez con sus padres ya que era su graduación. Su herida aún no sanaba, pero debía ser fuerte. 

Se bajaron de un taxi y subieron por las escaleras hacia la entrada de la Universidad, unos pasó antes de entrar una ansiedad llegó a Ana, quien volteo su cabeza sintiendo que alguien la vigilaba, después de no ver a nadie siguió su camino hacia el teatro donde serían las graduaciones. 

La sombra que recién se había escondido volvió a salir, viendo por última vez la espalda de su querida Ana. Daniel, quien desde lejos la veía soltó un amargo suspiro. 

—Feliz graduación, amore mío. —ese sería su último adiós. 

Las ceremonia pasó tranquilamente y la familia Montes se reunió con la familia de la amiga de Ana, Margaret. Pará celebrar decidieron ir a un buen restaurante, no era un lujo que pudieran darse pero la ocasión lo ameritaba. 

El sabor del trozo de carne no le hizo gracia a Ana, quien de inmediato se fue al baño, donde vomitó lo poco que había comido. 

—Amiga, ¿estas bien? —le preguntó una preocupada Margaret, que la había seguido cuando ella se fue de la mesa. 

—Ana salió del baño y se dirigió al lavamanos, donde se juago la boca y se arreglo un poco el peinado. 

—Margaret, creo que estoy en problemas —le dijo preocupada a su amiga, mientras unas lágrimas empezaban a resbalar por sus ojos. 

—No me digas que... —el movimiento de cabeza de Ana le confirmó sus sospechas. 

—Pero, ¿de quien? ¿No me dirás que fue con aquel hombre que vi una vez contigo en el parque?... Pero si tu me dijiste que era un primo. 

Las muchachas guardaron el secreto, aun debían confirmarlo. Al llegar a sus mesas atribuyeron todo a una indigestión y ya. Las familias siguieron celebrando, mientras la pobre Ana no pudo seguir provando bocado. 

Al día siguiente, antes de volver a su pueblo, Ana y Margaret fueron directamente a un hospital, allí les dirían la verdad. 

Después de unas horas, las cosas se aclararon, Ana estaba embarazada de Daniel. Aunque eso aumentaba su dolor, también le traia algo de felicidad, saber que tendría algo para recordar a su gran amor. 

Y así fue, después de siete meses y medio, donde los padres de Ana lograron aceptar el hecho, nació una hermosa niña, fruto de el amor entre los dos.

—Es una niña muy linda. —dijo la señora Montes, abuela de la recién nacida. 

—Si, se parece a su madre, dijo su marido. 

—No, no, se parece a mi. —dijo juguetonamente la señora. 

—¡Ay señora Montes! ¿Luego lo normal no es decir que se parece a la madre? —habló Margaret uniéndose a la conversación. 

Entre risas y chistes pasó una hora, donde la bebita fue el centro de atencion. 

—¿Y como se llamara la nena? —está vez fue la tía de Ana quien habló. 

Se hizo un silencio por unos segundos, silencio que Ana rompió. 

—Su nombre será Lucía, Lucía Montes. 

A lo cual todos asintieron y siguieron hablando y consintiendo a la hermosa bebita, Lucía Montes.

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Hola, espero que les guste la historia. Como verán esta es un poquito de la historia de la madre de la protagonista, Lucía, de quien se hablara de aquí en adelante. De cómo ella se acerca a Marco Olivieri con una proposición, y de cómo se relacionará de ahí en adelante.
Besitos y espero sigan leyéndola.

Nota: si llegas hasta acá y piensas que no te atrae, te pido que leas hasta el capitulo cinco (No juzgues sin conocer un poco más) y ya si en verdad no quieres seguir leyéndola, te entenderé. Gracias por tu tiempo 😊❤️

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